Recién cogidas mis vacaciones de principios de otoño, un par de días antes de salir de viaje a Hong Kong, participé en un paseo fotográfico por el Parque del Agua de Zaragoza en compañía de la buena gente de FeZ (Fotógraf@s en Zaragoza). Para ese día, y dado que íbamos a coger las buenas horas de luz de final de la tarde, opté por llevarme la Hasselblad 503CX con mis tres objetivos Carl Zeiss, Distagon 50/4, Planar 80/2,8 y Sonnar 150/4. Habíamos quedado en la Torre del Agua.
Lo cierto es que camino del lugar, al que fui en mi coche propio, tuve un incidente que me hizo llegar un poquito tarde y alterado. Incidente que estuvo a punto de convertirse en accidente grave, por culpa de peatones irresponsables que cruzan por donde les sale del níspero, y por culpa de conductores insolidarios que cuando ves que pides sitio para hacer una maniobra, aceleran y te la impiden. Los españoles somos así. Mal que nos pese. Afortunadamente no pasó nada. Pero como digo, llegué alterado y poco inspirado. Además tarde. Aunque a punto para engancharme con alguna buena gente.
Aun así, comencé a hacer fotografías con algunos carretes de Kodak Portra 400.
No voy a decir que me salieran maravillas, dadas las circunstancias. Pero al menos alguna fotografía digna. También hubo oportunidad de "jugar" con los compañeros que me rodeaban. A pesar de que el talabarte de la Hasselblad no es precisamente la cámara más ágil para ponerse en modo "reportaje".
La luz se fue agotando más deprisa de lo que pensábamos. E incluso para las últimas fotografías tuve que recorrer a un carrete de Kodak Portra 800 que había llevado por si acaso.
Al final, aun me quedaron seis fotografías por hacer del carrete de Portra 800, que no expuse hasta después de volver del viaje a Hong Kong y Macao. Además de algún retrato a mi sobrino, que no pongo por mi costumbre de publicar fotografías de los niños de la familia, enredé con alguna fruta que tenía por casa, y le hice algunas fotografías a la Plaubel Makina 67 que me traje del viaje y que será la protagonista de la segunda parte de este artículo.
Os recuerdo que la Plaubel Makina 67, de la que os hablé hace unos días, con ejemplos de fotografías en blanco y negro, es una cámara telemétrica de objetivo fijo retractil de medio formato. Produce 10 negativos de 6 x 7 (56 x 69 mm, exactamente) sobre película en formato 120.
El caso es que, además de los carretes de los que os hablé en blanco y negro, salí el domingo 16 de octubre, último días de las Fiestas del Pilar, con un par de carretes de Kodak Portra 400, que junto con los de la Hasselblad los mandé a revelar y digitalizar como de costumbre a Carmencita Film Lab, de donde me devolvieron unos estupendos archivos de 24 megapixeles, que muestran las capacidades de la Makina 67. Me he empezado a pensar que para algún proyecto especial y cuidado, pedir la digitalización a máxima resolución. No me quiero ni imaginar cómo deben ser los archivos de 50 megapixeles.
Una de las cuestiones que comprobé es que, usada en un modo "reportaje", el telémetro de la cámara tiene una precisión de enfoque bastante notable. Bien es cierto que en la mayor parte de los casos usé aperturas medias de f/5,6 o f/8. Pero es que con semejantes negativos, la profundidad de campo es pequeña, y el poder separador del objetivo del objeto principal del fondo es grande.
Por supuesto, como suele suceder con las telemétricas, por la posición de la "mancha" de enfoque del telémetro de coincidencia, hay una cierta tendencia a componer con el sujeto principal centrado en el fotograma, especialmente si llevas prisa. Lo que no siempre funciona; pero también pasa con las Leica... oye.
En cualquier caso, hay que prestar mucha atención a la escasa profundidad de campo. A punto de volver para casa, nos metimos un momento en la Lonja, por hacer alguna fotografía con luz más escasa, y allí, con la diafragma abierto al máximo, compruebas hasta que punto la profundidad de campo es escasa. Si enfocas a uno de los cuadros de la pintora Iris Lázaro, los espectadores que lo contemplan quedan irremediablemente desenfocados. Pero bueno... es así como va la cosa. Más adelante más. Espero.
Son prácticamente las últimas fotografías del año 2015. Alguna más hay después... pero bueno... Tras muchos días de niebla en Zaragoza, esta se levanta y nos deja una mañana de luz suave, muy plástica para salir a fotografiar.
Hay un tema que siempre me ha gustado. El paisaje alterado por el ser humano, especialmente en los espacios suburbanos, esos espacios en los que la ciudad se desvanece progresivamente en una naturaleza muy domesticada. Un gusto que me viene de la observación de algunas de las fotografías del grupo de la New Tophographics nortemericana (búsqueda en Google Imágenes). Lo que algunos han dominado buscar la belleza y las virtudes estéticas de lo banal, o aparentemente banal. Porque no está reñida con la reflexión sobre el impacto del ser humano en el entorno. En el ambiente. Una cuestión que cada vez está más presente en nuestras vidas. En nuestras conversaciones. Anoche, en la cena de Nochevieja, no dejó de salir el tema. Incluso dentro del ambiente festivo en el que se desarrolló la cena.
Tengo ya muchas fotografías de un mismo entorno al cabo de los años. Una de las formas que tengo de darme buenas caminatas cuando el tiempo me lo permite, el meteorológico y el cronológico, es salir de mi casa hacia el camino de Miraflores y de ahí pasar hacia la huerta de las Fuentes y el soto de Cantalobos, en el este de la ciudad de Zaragoza. A veces las fotografías pueden parecer repetitivas, pero cuando las contemplo en el tiempo, también hay una sensación dinámica de cambio.
Una de las cámaras que más me gusta para estos amplios paseo es la Leica M-E. A veces con un 50 mm, cada vez más con el 35 mm. Tengo una evolución personal por la que mis preferencias están evolucionando de la focal más larga a la más corta. En cualquier caso, la combinación del sensor de imagen sin filtro de paso bajo de la Leica, y la nitidez del C-Biogon 35 mm 1:2,8 de Carl Zeiss a cualquier apertura pero especialmente entre 1:4 y 1:11, junto con la ligereza del conjunto hacen de esta combinación un equipo casi ideal para estos paseos.
Y así, sin más, os dejo con un pase de fotografías de estas algunas de mis últimas fotografías de 2015.
Este es el noveno año en que aparece esta entrada de 12 meses representados por 12 fotografías. Iniciativa del año 2007, que posteriormente se desdoblaría en dos, separando los viajes, y más recientemente en tres, dándole su espacio a la fotografía con película tradicional.
Estas doce fotografías, una por cada mes del año, no pretenden ser representativas de nada,... o de todo. Están realizadas todas ellas en Zaragoza, mi ciudad, para bien y para mal, con las cosas que me gustan de ella y las que odio. Pero que a estas alturas de mi vida veo difícil que no sea mi hogar para siempre. Así que si estas fotografías han de representar algo es que estoy vivo y miro al mundo.
No me enrollo más, simplemente os dejo con las doce fotos de doce meses de este 2015 que se nos acaba, deseándoos todo lo mejor para el 2016 que se nos echa encima.
Tenía pendientes de revisar unos carretes en blanco y negro de formato medio que expuse hace unas semanas con la Voigtländer Perkeo II. Se trata de película Kodak Tri-X 400, expuesta a sus sensibilidad nominal, y revelada en HC-110 1:48 durante 6,5 minutos, con un minuto de agitación inicial, no demasiado enérgica, y cinco segundos de agitación suave cada 60 segundos. Esta forma de revelar, con una agitación menos frecuente y enérgica de la recomendada, me suele dar muy buenos resultados de cara a digitalizar los negativos.
Entre los negativos se encuentran algunos que expuse en el Parque Natural del Moncayo, uno de las más bellas e interesantes reservas naturales que tenemos en Aragón. Así que os dejo aquí un pase de fotografías con algunas de las fotos realizadas. Alguna tiene algún defectillo, como dobles exposiciones no previstas,... pero bueno... es la gracia de usar una cámara de hace 60 años.
Simplemente una entrada con fotografías, nada del otro mundo, procedentes de diversos paseos fotográficos, que pueden servir para ver el rendimiento de la película Kodak Portra 160 en distintas circunstancias de luz. La película negativa en color que más uso es la Portra 400, muy versátil, y que en un momento dado se puede exponer a un índice de exposición de 200 e incluso de 100, para un grano más fino y una saturación algo más acentuada. Pero Kodak tiene esta Portra 160, de 1 ⅓ pasos menos de sensibilidad, con un grano más fino, y más sutileza en las transiciones de color. Durante el mes de mayo la he usado en distintas circunstancias. Como de costumbre he confiado el revelado y el digitalizado de los negativos en color a Carmencita Film Lab.
Por ejemplo, en el Fotopaseo de Miralbueno en el que participamos Fotógraf@s en Zaragoza, un día en el que hizo sol radiante, y por lo tanto a partir de dos horas después de la salida del sol la luz era ya muy dura. Y eso sucedió a partir de las 9 de la mañana, y el fotopaseo comenzó a las 11 de la mañana. A pesar de algunas sombras duras, veremos que las luces nunca se encuentran empastadas y las sombras mantienen su detalle. Se echaría de menos un poquito más de saturación en alguna toma, que se puede solventar tras la digitalización del negativo.
Las fotografías fueron tomadas con la Voigtländer Perkeo II cuyo Color-Skopar 80/3,5, copia de los Tessar de Carl Zeiss, cumple perfectamente con nitidez, contraste y color, aunque viñetea un tanto en las esquinas.
Aunque lamentablemente no tiene el formato cuadrado que a mí me gusta, mucho mejor resultado se obtiene todavía con la Fujifilm GS645S Wide 60 Professional, que tiene un objetivo con muy buenas prestaciones. Además, su telémetro de coincidencia incorporado permite un enfoque mucho más preciso. En esta escultura con desechos que encontramos cerca de Botorrita lo podemos comprobar. La luz es mucho más adecuada que en el caso anterior, aunque aún hubiera mejorado más si hubiese aguantado un ratito más, esperando a que el sol hubiera estado un poquito más bajo sobre el horizonte.
La misma cámara prestó algún servicio un sábado por la mañana de paseo por la rosaleda del Parque Grande de Zaragoza, y durante una breve estancia esa misma tarde en el entorno de la Alfranca en Pastriz. En general, una película excelente en rendimiento a costa de perder algo de la polivalencia de su hermana la Portra 400.