El meandro de Ranillas es una zona dentro del municipio de la ciudad de Zaragoza, donde termina la ciudad y empieza eso que llamamos "el campo" que siempre ha estado ahí, pero durante mucho tiempo olvidado de la mayor parte de los habitantes de la ciudad. Es un tramo del río Ebro, aguas arriba del casco urbano de la ciudad, en el que hace dos giros de casi 180 º cada uno de ellos antes de enfilar el paso por la ciudad. Cuando yo era niño era una zona agrícola, con huertas, que poco a poco fue siendo absorbida por los suburbios de Zaragoza. Pero sin mucho orden ni concierto. En un momento dado, seguías encontrando huertas, zonas naturales, especialmente en los sotos, o bosques de galería, que bordean al río Ebro, y aquí o allá alguna incursión del tejido urbano o industrial de la ciudad. Hasta que llegó el proyecto de la Exposición Internacional 2008, que supuso una ordenación de la zona.
En el área que encierra el meandro en la margen izquierda del Ebro se instalaron las infraestructuras de la exposición. Se arregló y se protegieron los sotos de esa orilla y se planificó y ejecutó un amplio parque, el Parque del Agua, como amplia zona verde. Un entorno amplio y muy agradable para realizar actividades al aire libre que le vino bien a la ciudad. En la margen derecha, también se arreglaron las orillas, y se estableció una paseo que sigue la orilla del Ebro hacia el barrio de Monzalbarba. Como consecuencia de esto, en estos momentos el área de deportes del Ayuntamiento de Zaragoza publica un sendero periurbano, la ruta 12 - El meandro de Ranillas, que empieza en una parada de autobús urbano, termina en otra, y recorre el meandro por ambas orillas con un recorrido total de 11,4 kilómetros, con poco desnivel, practicable tanto por caminantes como por corredores y ciclistas. Y esto, más o menos hicimos hace unos sábados. Y yo me llevé una cámara de fotos, claro.
Opté por llevarme la cámara Nikomat FTn. Las Nikomat, o Nikkormat para su venta en occidente, la mía es de origen puramente nipón, eran la gama "baja", para aficionados, de Nikon entre los años 60 y los años 70. Pero lo cierto es que están construidas a prueba de catástrofes apocalípticas. Sólidas, totalmente mecánicas, la batería sólo alimenta el fotómetro algo más pesadas de lo que me gustaría, tienen sin embargo una suavidad en sus engranajes y piezas móviles, que hacen de ellas una delicia su uso. He conocido productos "profesionales" más toscos y menos finos que estas cámaras para "aficionados".
El principal inconveniente que le veo a mi equipo Nikon es el objetivo. Sólo tengo un Nikkor-S Auto 50/1,4, pre-AI,... que nunca me ha convencido mucho. Es muy pesado, y siento que desequilibra un poco el conjunto a la hora de realizar las fotos,... y siempre me ha sorprendido que, dado el prestigio de las ópticas Nikkor, tiene una tendencia a perder contraste en cuanto hay luces intensas por el frente tremenda. Aun cerrando el diafragma, se manifiesta esta tendencia. En las fotos que aquí muestro, he trabajado en el proceso digital para minimizar este problema. En esta tarde de caminata, llevaba en su frontal un filtro amarillo de B+W, que es una buena marca de filtros, con el fin de mejorar el contraste en los cielos ante las pocas nubes que hicieron su aparición o con respecto a otros objetos en el cuadro.
Como se auguraba una tarde soleada, utilicé un carrete de Ilford FP4 Plus 125, expuesto a su sensibilidad nominal. La medición de la luz la realicé con el Sekonic L-408 Multimaster, protegiendo las sombras, ya que hubo situaciones de contraste elevado. Revelé en Kodak HC-110, en dilución C (1+19), durante 5 minutos y 15 segundos a 21 ºC, según la propuesta de Emulsive. Los negativos quedaron con buena densidad, fáciles de digitalizar y con un contraste razonable. Digitalicé con la Panasonic Lumix G9 + Leica DG Macro-Elmarit 45/2,8 ASPH, en modo alta resolución, por lo que tras desechar la parte no aprovechable, me quedaron imágenes de entre 58 y 60 megapíxeles a partir del RAW de la cámara. Aptos para ampliaciones considerables.
En el retorno por la margen izquierda del río, nos desviamos de la ruta prevista en el sendero periurbano, por lo que al final, en lugar de los 11,4 kilómetros propuestos nos quedamos en unos 9 kilómetros, ya que decidimos seguir una ruta dentro del Parque del Agua que nos permitiese hacer un poquito de fotografía de estructuras y arquitectura.
En general, estos senderos o rutas periurbanos del ayuntamiento de Zaragoza están muy bien. Fomentan tanto el ejercicio físico como la utilización del transporte urbano. La tarde estuvo excesivamente luminosa, con pocas nubes en el cielo, y un viento molesto durante todo el trayecto. Y sólo al final de la tarde la luz adquirió una calidad interesante desde el punto de vista fotográfico. Pero estuvo bien. Recomendable para las gentes de Zaragoza.
Los primeros domingos de cada mes, los museos pertenecientes al Ayuntamiento de Zaragoza son gratuitos. Jornadas de puertas abiertas para la promoción de la cultura. Y eso lleva a que, si no tenemos otros planes previstos para las mañanas de esos domingos, nos pasemos por alguno de ellos antes de tomar el tradicional aperitivo dominical previo a la comida. Y entre estos museos, hace tiempo que mi/nuestro preferido es el Museo Pablo Gargallo, dedicado a la obra del escultor bajoaragonés. No sólo es que la obra de Gargallo sea interesante, sino que el propio edificio, el palacio de los Condes de Argillo en la céntrica plaza de San Felipe, es un bello ejemplo de palacio renacentista aragonés.
Mi intención para el primer domingo del mes de mayo era bajar a dar una vuelta por el museo "acompañado" de la Canon EOS 100, el 35/1,8 de Tamron y un carrete de película negativa en color, Fujicolor Natura 1600, que ya lleva demasiado tiempo en mi frigorífico. Pero se me olvidó coger el carrete. Se me hizo tarde, empecé con prisas... y se quedó encima de la mesilla del dormitorio sin entrar en la bolsa de los chismes fotográficos. Cuando me di cuenta, estaba en la plaza de España, recién bajado del autobús de la línea 40 y jurando los mil diablos. Pero ese domingo fue día de apertura en las grandes superficies comerciales y, aunque no soy partidario de comprar en las mismas en los festivos por un tema ético, me colé en la FNAC porque sé que allí disponen de película fotográfica. Probablemente el único sitio donde se podía comprar es domingo película fotográfica en Zaragoza. Y compré un carrete de Ilford HP5 Plus 400 con la intención de forzarlo dos pasos, es decir, exponerlo a un índice de exposición de 1600, con el fin de no verme obligado a fotografiar constantemente a la máxima apertura del 35 mm de Tamron.
No es la primera vez que uso la HP5 Plus forzada dos o tres pasos, generalmente con buenos resultados. Pero en el museo me daba un poquito de miedo. He comprobado en otras ocasiones que con medición matricial de la cámara reflez o con mediciones de luz incidente con el fotómetro de mano, las esculturas de tonos oscuros, casi negros, corres el riesgo de que te queden empastadas, con poco detalle. Por ese motivo, opté por usar la medición parcial de la cámara que mide sobre el 8 o 9 % central del campo de visión, por lo que te puedes centrar sobre el objeto de interés. Lo que suelo hacer es que mido la luz sobre el objeto que tengo miedo que quede sin detalle, y luego subexpongo un punto, porque al fin y al cabo ha de quedar entre los tonos oscuros, con la esperanza de que las capacidades de la película y el revelado aumentado serán suficientes para mantener el detalle en ese punto. Cuando la situación me parece conflictiva, no subexpongo ese paso; directamente uso la medición que me da el fotómetro de la cámara. En fin, intento proteger los tonos oscuros, que es lo que me enseñaron de siempre que debía hacer con la película negativa.
La película la revelé, como vengo haciendo últimamente, en Kodak HC-110. Como tenía algo de prisa, como siempre, busqué un tiempo de revelado no demasiado largo, pero tampoco demasiado corto. Las opciones que tenía con dilución B (1+31), tiempo muy largo, o con dilución A (1+15), tiempo demasiado corto, no me convencían. Pero comprobé que los tiempos eran absolutamente proporcionales proporcionales. Si la dilución A está el doble de concentrada que la B, el tiempo de revelado era la mitad. Así que calculé la que correspondería para una dilución C (1+19) a 20 ºC, y me salían unos cómodos 7 minutos. Que me dieron unos resultados buenos en su conjunto. Si algún negativo quedó con las sombras empastadas, se debió sin duda a una exposición algo corta.
Como la me ha pasado en alguna ocasión, el moderno Tamron 35/1,8 no se lleva siempre bien con la Canon EOS 100 a la hora del enfoque automático. Y para colmo, aunque pongas el objetivo en posición de enfoque manual no siempre dispara si no te aparece el circulito verde que indica que la electrónica de la cámara considera que el sujeto está enfocado. Pero poco a poco le vas cogiendo el tranquillo, y enfocando en manual, lo cual no está mal cuando trabajas en un museo, la cosa funciona. Y la calidad del objetivo está fuera de toda duda.
¿Los resultados? Pues a pesar de mis precauciones, hubo alguna de las esculturas de tonos más oscuros, que me quedaron algo empastadas y sin detalle. En general, los resultados fueron buenos. Y sorprende comprobar en qué medida el grano de la película, aunque notable, no era excesivo ni desagradable. Por supuesto, más apreciable en los negativos más finos, a los que ha llegado menos cantidad de luz. Alguna escena callejera que tomé por el camino, donde el reparto de tonos es más diverso, quedaron bien, sin problema, aun cuando en esas escenas opté por la medición matricial de la cámara. Así que el uso a un IE 1600 de la HP5 Plus no supone ningún problema en modo reportaje, pero cuando fotografías obras de arte con tonos oscuros, se conservador con la medición y dale toda la que puedas a tu sujeto principal.
A lo largo de los últimos 365 días he usado la película Ilford XP2 Super 400 en varios viajes. En junio del año pasado en forma de cámara de un sólo uso de Ilford, por Francia y Suiza, con buenos resultados generales, limitados por las características de la cámara, de foco fijo, apertura fija y velocidad de obturación fija, y la lente de plástico. En agosto del año pasado, me la llevé con la Leica M2 al lago Constanza, que me dio una versatilidad y una calidad muchísimo mayor. dado que usé el Summicron 35/2 ASPH, una lente de primer orden, incluso me atreví a pedir una digitalización a casi 40 megapíxeles. En octubre del año pasado también, fue la Olympus mju-II, que viajó a Taiwan, la que me dio buenos resultados, aunque el funcionamiento sólo en exposición automática y únicamente en enfoque automática, no me dejó del todo satisfecho.
En estas últimas vacaciones de Pascua, en la que hemos hecho un viaje familiar a París, opté por la pequeña Minox GT-E. De tamaño reducido como la mju-II, permite intervenir de forma más efectiva en la exposición y en el enfoque. Aunque este último queda al buen ojo del fotógrafo, ya que el enfoque es por estimación o por zonas. Algo más hablaré sobre esto después. Lo que ya podemos asegurar es que, expuesta la película a IE que van desde el 100 (dos pasos de sobreexposición) al 400 (su sensibilidad nominal), lo resultados son muy buenos, con un grano imperceptible cuando se sobreexpone la película.
Los principales problemas que hay que tener en cuenta cuando usamos la Minox GT-E son los siguientes.
El error de paralelismo a la hora de encuadrar, sin ser brutal, es apreciable en las distancias cortas, o cuando el sujeto es geométricamente simétrico y te queda desplazado hacia un lado.
A veces, sin darte cuenta, si fotografías con rapidez, no te das cuenta de que la cámara calcula una velocidad de obturación baja y sale la foto trepidada. Como en muchas ocasiones voy enfocando a la hiperfocal, esto supone diafragmas de f/8 y f/11. Si no me acuerdo de poner el exposímetro a IE 400, porque normalmente si hay luz abundante lo llevo a IE 200 o IE 100 para obtener un grano menor, o si no abro algo el diafragma, me puede encontrar en situaciones en que la velocidad de obturación desciende demasiado. Por debajo de 1/60 segundo. 1/30 segundo me parece una velocidad arriesgada por la escasa inercia de la cámara, que pesa muy poquito, y amortigua mal un disparo un poco impetuoso. Que conste que con tranquilidad y buen ojo a la hora de calcular las distancias, se pueden hacer fotografías con diafragmas más abiertos, retratos por ejemplo con separación del sujeto del fondo disminuyendo la profundidad de campo. Si no publico ninguno, es porque no suelo poner nunca fotos de familiares, especialmente niños, en estas páginas. Pero quedan bien.
Hay que ser conservador al usar las escalas de profundidad de campo. Si queremos ajustar la hiperfocal para f/11, más vale que ajustemos la distancia de enfoque a la hiperfocal propuesta por la escala de profundidad de campo para f/8. Y con diafragmas abiertos, con más razón. Si no, corremos el riesgo de que las distancias lejanas, el "infinito", queden poco nítidos.
Si tenemos en cuenta todas estas precauciones, las fotografías resultan estupendas. La película ofrece nitidez, amplia latitud, garantía de que es difícil quemar las luces o empastar las sombras, y grano contenido, incluso inaparente si se sobreexpone un par de pasos. Recordemos que se trata de una película en blanco y negro cromogénica, que se revela por el procesado C-41 propio de las películas negativas en color, que también se suelen beneficiar de cierta sobreexposición. Hay puristas del blanco y negro con película tradicional que no son muy partidarios de la estructura del grano de esta película, especialmente si la comparas con los granos cúbicos de clásicos como la Kodak Tri-X 400 o la Ilford HP5 Plus 400, por hablar de dos películas con la misma sensibilidad nominal. Pero a mí me gusta cómo queda, y para viajar, resulta muy polivalente y adecuada.
Para terminar, decir que he probado un nuevo laboratorio de revelado. Se llama Malvarrosa Film Lab, se encuentra en Valencia, su funcionamiento es similar al de otros laboratorios que ofrecen el mismo servicio de revelado y escaneado, algún euro más barato que otros más consolidados, y la calidad de los archivos recibidos es muy alta.
El pasado sábado hubo excursión matinal a la Bardena negra en su parte aragonesa con la Asociación de Fotógrafos de Zaragoza AFZ. La excursión contó con la colaboración inestimable de gente de las Cinco Villas que nos sirvieron de guías y anfitriones, y que permitió el mejor aprovechamiento posible de la mañana.
Sinceramente, estas excursiones están muy bien en el sentido de que permiten hablar con compañeros de afición, intercambiar experiencias, conocer a nueva gente y convivir un poquito más dentro de la afición. Pero la posibilidad de conseguir grandes imágenes viene limitada por una serie de cuestiones. La primera, para mí, es que para conseguir mis mejores fotografías tengo que estar concentrado en la tarea, y eso es muchas veces una actividad solitaria. Como mucho acompañado de personas que entienden y aceptan mi forma de contemplar las escenas, mis tiempos y mis silencios en esos momentos. La segunda, que para hacer fotografía de paisaje, las horas centrales del día no son las adecuadas. La tercera, que sólo teníamos una idea aproximada de lo que nos íbamos a encontrar.
La Bardena negra se diferencia de los paisajes más conocidos de las Bardenas, casi todas ellas en territorio navarro, en que hay mucho más bosque, de carácter perennifolio, fundamentalmente pino carrasco, cuyas hojas aciculares de color verde oscuro, dan origen al adjetivo "negra" que se aplica a esta zona de las Bardenas. En origen también fue el motivo del nombre de la comarca de los Monegros (montes negros), pero la amplia deforestación de estos hace que el nombre ahora esté poco comprometido con la realidad.
Fotográficamente, opté por llevarme como cámara principal la Fujifilm GS645S Wide 60, cámara telemétrica de formato medio que proporciona 15 negativos válidos de 54 x 41 mm en cada rollo de formato 120. Use dos rollos de Ilford Delta 100. También me llevé la Minox GT-E con un carrete de Kodak Ektar 100, que todavía no he mandado a revelar, y una cámara digital, la Panasonic Lumix G9, que solo usé para fotografiar unas pequeñas orquídeas del género Ophrys que encontramos en una de las paradas.
Pero vayamos con los rollos de película en blanco y negro. La película Ilford Delta 100 es una película de grano tabular, no de grano cúbico clásico, y dada su sensibilidad media-baja, ofrece un aspecto general muy limpio, con muy poca estructura. Más cuando a partir de un negativo de formato medio, el grado de ampliación de las imágenes es menor que con la película de 35 mm. Como el día amenazaba soleado, con luz muy plana y sombras duras, decidí jugar con el contraste, y le puse un filtro rojo, que le quita entre dos y tres pasos de exposición. Así que el fotómetro de la cámara, olvidé llevar el Sekonic L-409 Multimaster, lo ajusté a un índice de exposición de 25 en lugar de 100, exponiendo un poquito al alza, para dar esos casi tres pasos de pérdida en la sensibilidad efectiva debido al filtro rojo. Sólo una fotografía en interior la realicé sin filtro.
El revelado de la película no tiene mayor misterio. Usando mi fiel Kodak HC-110 a la relativamente común dilución B (1+31), buscando en las tablas habituales me daba un tiempo de revelado de 6' a 20 ºC. Como de costumbre, medio minuto de agitación tranquila al principio, para luego realizar cuatro inversiones tranquilas cada minuto hasta completar el tiempo previsto. Se dice de la Ilford Delta 100 que es más exigente en el revelado que su prima de gran cúbico la FP4 Plus 125; pero si está bien expuesta no presenta ningún problema con un revelador clásico y fácil de usar como el HC-110. Los resultados son buenos, la gama tonal correcta,... aunque ahora iremos al rendimiento de la imagen final.
En esta ocasión he innovado en la digitalización de los negativos. Tradicionalmente, durante el último año venía digitalizando los negativos de formato medio con el escáner de sobremesa Epson Perfection V600 Photo, obteniendo para un negativo de 54 x 41 mm unos 13,5 megapíxeles de resolución, que en el 95 % de las situaciones es suficiente para mis intereses. Permite ampliar sin mayor problema a un tamaño de DIN-A3 o 40 x 30 cm. En ese tiempo he ido perfeccionando la técnica de digitalizar los negativos de 35 mm con la cámara digital y un objetivo macro, habitualmente la Panasonic Lumix G9 con un Panasonic Leica Macro-Elmarit 45/2,8 ASPH a una apertura de trabajo de f/5,6 y una sensibilidad de ISO 200, la nativa del sensor. De esa forma vengo obteniendo archivos de unos 15 o 16 megapíxeles. Nunca llego a los 20 megapíxeles que da el sensor, porque no encuadro todo lo cerrado que puedo.
Pero la Lumix G9 tiene un modo de alta resolución que permite obtener imágenes de 40 u 80 megapíxeles, siempre que estemos hablando de un sujeto estático y con la cámara bien colocada en un trípode. Como es este caso. He utilizado la fórmula de los 40 megapíxeles, los 80 me parecían excesivos, lo que, descontanto el recorte habitual, me da unos archivos de por ejemplo 7100 x 5400 píxeles en el más grande. En general, entre 36 y 38 megapíxeles, que me permiten ampliar sin problemas a DIN-A2 o 60 x 45 cm. Que no está nada mal.
Sí que he de advertir una cuestión. Coloqué el filtro rojo con el fin de oscurecer los cielos, aumentando el contraste en los mismos si aparecía alguna nube, hubo poquitas, y aclarando el color de las tierras siempre un poquito ocres, manteniendo los tonos oscuros de la vegetación. Pero luego en el procesado digital, he llevado el contraste al equivalente de haber ampliado los negativos sobre un papel de grado 4, con el fin de acentuar un poquito el contraste. Según la orientación de la fotografía, el punto del cielo hacia el que apuntaba, el cielo aparece más o menos oscuro, ya que la intensidad de los tonos azules varía a lo ancho de la bóveda celeste.
Estoy razonablemente contento del resultado final, dado que las condiciones de luz no eran óptimas de partida. Sin embargo, creo que saqué partido de las condiciones del día con una buena elección de los materiales para la toma fotográfica. Cada vez tengo más claro que las películas de Ilford son en estos momentos una referencia clara para el fotógrafo con película tradicional, por la buena calidad de sus emulsiones, por la nobleza con la que responden al procesado, y por la estabilidad dimensional de los soportes que permiten digitalizar los negativos con facilidad y limpieza. Un buena pera de aire y el trabajo de eliminar impurezas en el archivo digital queda reducido a un mínimo.
Espero que os haya interesado y os gusten las fotos.
La Leica IIIf es mi cámara más bonita. Y es divertida de usar, aunque tiene una diversidad de pejigueras. La principal es el complejo sistema de carga de la película, con la necesidad de recortar y alargar la lengüeta de la película para evitar problemas. Pero una vez salvada esta pejiguera, como digo, disfrutas mucho de su uso. Además llamas la atención y siempre acabas hablando con alguien si te mueves en un medio con gente. Y es sorprendentemente compacta. Con el Leitz Elmar 50/3,5, un objetivo muy compacto y retráctil, cabe cómodamente en el bolsillo de un chaquetón, de un cortavientos o de una cazadora.
El Elmar 50/3,5 es un objetivo muy sencillo de concepción. A todos los efectos es equivalente a la famosa fórmula Tessar de Carl Zeiss, salvo que lleva la apertura del diafragma en distinta posición. Para algunos, fue simplemente la forma que tuvo Leitz de justificar que era un diseño propio y no una copia del Tessar. Para otros, los más acérrimos partidarios de la marca, es un diseño original. El caso es que comparte muchas de las características de los Tessar. No puede tener aperturas muy grandes, por eso se queda en los modestos f/3,5, o f/2,8 en versiones más recientes. Es muy nítido en el centro, pero presenta cierta "suavidad" en la definición de los bordes y las esquinas. A grandes aperturas. De f/5,6 a f/11 es nítido en su conjunto. Por su reducido número de superficies vidrio-aire, sólo son 4 elementos en 3 grupos, es más resistente a la pérdida de contraste que otros objetivos con más elementos. Y es muy ligero y compacto, más cuando es retráctil al transportarlo.
Pero no carece de inconvenientes. Y es que si al extenderlo para fotografiar no te aseguras de hacer de forma completa y firme, corres el riesgo de que las fotos queden desenfocadas. Y algo así me pasó con unas cuantas fotos, hace unas semanas.
Luego está la sensación que transmite usar un objetivo que empezó a usarse con éxito en los años 20 del siglo XX, y que sigue siendo capaz de producir buenas imágenes en una copia fabricada en 1951, actualmente, en la segunda década del siglo XXI.
Hace unas semanas, antes de las vacaciones de Pascua, decidí dar un paseo con la Leica IIIf "armada" con el pequeño Elmar. Como película usé un carrete de 36 exposiciones de Ilford HP5 Plus 400 expuesto a su sensibilidad nominal. Como la cámara carece de exposímetro, me llevé el Sekonic L-408 Multimaster, que me garantiza siempre exposiciones impecables. El progresivo refinamiento que he ido haciendo en mi técnica de digitalización con la Panasonic Lumix G9 + Leica DG Macro-Elmarit 45/2,8 ASPH hace que cada vez me queden mejor las versiones digitales de los negativos en blanco y negro. Y estoy más animado a usarlos incluso a sensibilidades medias-altas.
Iba con prisa el día que revelé el carrete, aunque intenté no ser descuidado. En el Massive Dev Chart, me proponía un revelado de 7,5 minutos a 20 ºC en una dilución E (1+47) de Kodak HC-110. Como a la primera me salió una temperatura del agua de 22 ºC, apliqué la calculadora para corregir los tiempos que me propone esa página, y acabé usando un tiempo de revelado de 6 minutos y 15 segundos. El resultado fue bueno, con negativos de una densidad adecuada, con detalle en sombras y luces y fáciles de digitalizar. Se nota especialmente en los troncos de los árboles a la sombra o en contraluz. Correctamente medido con el Sekonic, conservan su textura, y en ningún momento se empastaron las luces.
Si uno tomas las precauciones necesarias para usar correctamente la Leica IIIf con su Elmar 50/3,5, los resultados son francamente buenos. Sobretodo recordar extraer completa y correctamente el objetivo a su posición adecuada para la toma de las fotografías, para permitir el correcto enfoque. Si no se extrae del todo... enfoca más allá de "infinito" y nada sale nítido. Pero si usa correctamente, enfocando por zonas, utilizando la escala de profundidades de campo del objetivo, o con la ayuda del telémetro de coincidencia de la cámara, las imágenes son nítidas y agradables. Tengo que usarlo con más frecuencia.