Revolviendo entre las estanterías, encontré un álbum de anillas con un número considerable de hojas con negativos que se remontan a principios de los años 90. Me centraré en esta entrada en algunos de los que expuse en los primeros meses del año 93.
Tras haber venido utilizando una modesta, competente, aunque limitada, Pentax P30N durante cuatro años para iniciarme a la fotografía, avanzado el segundo curso de fotografía que hice en el otoño invierno de 1992-93 en la escuela de la galería Spectrum de Zaragoza, decidí que tenía que dar un salto a una cámara con más posibilidades de futuro. No voy a entrar a detallar cómo fue el proceso de decisión. Pero diré que tuve sobre la mesa tres modelos, que en aquel momento tenían un precio similar, y entre los cuales decidí; la Nikon F601, la Canon EOS 100 y la Nikon FM2. Las dos primeras eran dos cámaras que ocupaban un mismo nicho comercial en las dos marcas importantes del momento. La tercera suponía adoptar un determinada filosofía con respecto a la fotografía. Me dejé llevar por las modas del momento y opté por la Canon EOS 100. Aunque años más tarde comprendí que la FM2 se adaptaba más a mi personalidad y me hubiera permitido avanzar más en mi afición. Pero "años más tarde" significa,... veinte años más tarde. Así que no merece la pena darle muchas vueltas al tema.
La Canon EOS 100 era una cámara que habría grandes posibilidades. Discreta en su funcionamiento, acompañada de un objetivo de focal variable con el silencioso y rápido motor ultrasónico que Canon empezaba a popularizar en aquel momento, un EF 28-80/3,5-5,6 USM, mucho más interesante que todos los derivados que comercializó la marca más tarde. Y honesto en sus prestaciones, aunque limitado como muchos objetivos de focal variable de la época. Los modos de exposición de la cámara, sus tres modos de medición, matricial, ponderada al centro y parcial (9 % central de la imagen), y otras prestaciones la hacían una cámara adecuada para hacer... muchas cosas. La adquirí en febrero de 1993, y tras algún carrete anodino de prueba con diapositivas, durante el mes de marzo le hice algunos carretes en blanco y negro.
No disponía yo de laboratorio en casa en aquel momento. Pero por haber sido alumno de los cursos de la galería Spectrum, por una razonable cantidad anual, podía acceder todos los viernes a los laboratorios y ampliadoras de la escuela de la galería, donde pasé muchos viernes por la tarde, desde que salía de trabajar, comiendo un bocadillo, y hasta que me iba a tomar unos chismes a partir de las ocho y media o nueve de la tarde-noche.
Por aquella época, estaba dejando de usar el cómodo y sencillo Rodinal con el que había aprendido a revelar. Y compartiendo con otros amigos y conocidos, usábamos el revelador en polvo ID-11 de Ilford, clon del Kodak D-76. Resultaba muy económico. Desconozco el motivo. En la escuela de galería Spectrum habíamos usado como material sensible la Agfapan APX 100. Pero lo que me encuentro en mis archivos, comprado por mi mismo, es una mezcla de Ilford Delta 400 e Ilford FP4 Plus. Supongo que me aficioné a la Delta 400 porque ofrecía un sensibilidad todoterreno con una buena nitidez y grano más contenido que otras películas de la misma sensibilidad, y era más sencilla de revelar y fijar que la similar de Kodak en cuestión de películas modernas de grano tabular, la T-Max 400. Lo cierto es que me gusta el aspecto de aquellos negativos, perfectamente conservados.
Aquí os traigo fotografías de tres rollos. El primero que hice con la Canon EOS 100 en blanco y negro, un Ilford Delta 400 en una excursión a la bonita villa de Alquézar, en la provincia de Huesca. Se nota mucho que no estaba familiarizado con la cámara, y no tengo buenos resultados de aquel día. Después, otro Delta 400 en el castillo de Loarre, también Huesca, que terminé en el entorno de la estación de Miraflores en Zaragoza. Un entorno totalmente distinto de lo que es hoy en día. Dejando de lado que no controlaba todavía algunos aspectos de la toma, algo en lo que uno va mejorando con el tiempo, me gusta el rendimiento que daba la película. Quizá deje de usar con tanta frecuencia la HP5 Plus 400 y me vuelva a la Delta 400, más contrastada. Aunque más exigente en el momento de la toma
Por otro lado, tengo también, de por aquellos días, un rollo de Ilford FP4 Plus 125 expuesto entre el yacimiento arqueológico de Cabezo de Alcalá en Azaila (Teruel) y las ruinas de la guerra del pueblo viejo de Belchite. Este último sitio es un lugar muy popular entre los aficionados a la fotografía de Zaragoza. Ahora está vallado y no sé muy bien cuáles son los requisitos para entrar. Pero en aquella época íbamos cuatro gatos y podías ir en cualquier momento. No creáis que encuentro muchas diferencias de nitidez y de grano en la Delta de ISO 400 y la FP4 Plus de ISO 125...
La semana pasada os contaba los sinsabores de encontrarme un rollo de película con la emulsión dañada, después de haberle puesto cierto cuidado al momento de la toma de la fotografía. Resumiendo, había dos posibilidades. O la emulsión venía estropeada de fábrica o del almacenamiento, o yo había metido la pata en el procesado. Me quedé con la sensación de que en algún momento la temperatura del lavado pudo ser excesiva de forma inconsciente. Así que... el sábado pasado, en condiciones de clima y luz muy similares, repetí la jugada.
En lo que se refiere a la toma, la Fujifilm GS645S Wide60 con un filtro Hoya IR72 cargada con un rollo de Rollei Superpan 200 Pro, película que tiene una sensibilidad extendida al infrarrojo. Con el filtro, cortamos el paso a la luz en el espectro visible, y aprovechamos sólo la de los rojos muy profundos, muchas veces no perceptibles al ojo humano y el infrarrojo cercano. Con ese filtro, hay que recortar hasta cinco pasos de luz. Como ya pude comprobar con la Ilford SFX 200, es posible, en condiciones ideales, usar la cámara a mano alzada, sin trípode con una apertura f/4 y una velocidad de obturación 1/60. Hay que poner cuidado en qué enfocamos y encuadramos en la fotografía, porque la profundidad de campo es limitada, con esa apertura y un negativo de 56 x 42 mm.
El procesado es muy común. Igual que cualquier otra película en blanco y negro. Revelador Kodak HC-110, en dilución B (1+31), durante 5 minutos y 30 segundos a 21 ºC [normalmente 6 minutos a 20 ºC, pero hay poca diferencia en el resultado final]. Inversiones continuas durante los primeros 30 segundos, y luego cuatro inversiones tranquilas al final de cada minuto hasta llegar al tiempo final. Paro, fijado, lavado y humectante como habitualmente. Pero en esta ocasión, controlando cuidadosamente que las temperaturas no fueran extremas, ni tampoco las variaciones entre ellas. El revelador y el paro a 21 ºC. El fijador, previamente preparado hace unos días, estaba a una temperatura ambiente de 26 ºC, bajó a 23 ºC con una estancia previa durante unos minutos en el congelador. El agua de lavado, la del grifo, sale a 26 ºC inicialmente y se estabiliza entre 25 y 25,5 ºC tras dejarla correr un poquito. Desconecté el agua caliente en la caldera del gas, para evitar que un error de manipulación en el grifo hiciera que subiera la temperatura insospechadamente. Este es el erro que yo creía haber cometido.
Una vez revelados y secados lo negativos, los digitalicé fotografiando sobre mesa de luz con la Panasonic Lumix G9 y el objetivo de Olympus 12-40/2,8, utilizando el modo de alta resolución. El fichero de alta resolución da 80 megapíxeles, pero tras recortar los márgenes de seguridad, los archivos aprovechables son de aproximadamente 70 megapíxeles. No obstante, no los utilizo nunca a tal resolución en su forma final, quedando en realidad mi uso en condiciones adecuadas, como si fuese de unos 40 megapíxeles, que está muy bien. Da para ampliar bastante.
Teniendo en cuenta que el rollo lo compré al mismo tiempo que el estropeado, en la misma tienda, era del mismo lote y fueron conservados y usados de la misma forma, el hecho de que las fotografías de este segundo hayan quedado casi perfectas me hace sospechar que, frente a la opinión generalizada de muchos a quienes consulté de que la emulsión de Rollei estaría en mal estado, en realidad el problema se debió probablemente a una metedura de pata mía. Los errores hay que reconocerlo, porque si no no aprendemos e insistimos sobre ellos.
Hace unas semanas consumí el último rollo de película que me quedaba apto para la fotografía en el espectro del infrarrojo. Era un rollo de Ilford SFX 200. Y la idea de poder hacer este tipo de fotografía sin necesidad de cargar con el trípode funcionó bastante bien. Así que aprovechando un pedido de material sensible, pedí unos cuantos rollos más de esta película. Pero como no es la película más barata precisamente de la gama de la marca británica, y hasta el momento mis experiencias con la Rollei Superpan 200 Pro habían sido buenas, pedí también un par de rollos de esta última, para comprobar que se podían usar de la misma forma. Al fin y al cabo, la sensibilidad nominal es la misma, y la corrección que introduzco en la exposición cuando uso el filtro Hoya IR72 es la misma.
He de decir que hace dos años tuve algunas malas experiencias con unos rollos de la marca Rollei... pero dado que eran otra emulsión y una sola ocasión puntual, decidí arriesgar. Al fin y al cabo, este invierno usé algún rollo de Rollei 80S en formato 135 con la Olympus Pen F y no tuve ningún problema. Al contrario, buenos resultados. Con la Superpan 200 nunca había tenido problemas. Con estos antecedentes, el sábado pasado puse un rollo de Superpan 200 en la Fujifilm GS645S Wide60, con el filtro Hoya IR72 enroscado en el frontal del objetivo, y aprovechando el día de sol radiante fui haciendo fotos en el entorno de los ríos Huerva y Ebro a su paso por la ciudad de Zaragoza, mientras me dirigía caminando a hacer la compra.
El revelado de la película, sin ningún misterio. El que ya había utilizado con antelación sin ningún problema. Kodak HC-110 dilución B (1+31), 6 minutos a 20 ºC, comprobados con mis termómetros habituales. El paro, con la misma agua que el revelador, también a 20 ºC. Y el fijador, previamente preparado, cómo estaba a una temperatura algo más alta porque mi aire acondicionado sólo está en el salón y en la estantería donde lo guardo hace más calorcito, lo atemperé durante un rato en el frigorífico para ser usado a unos 22 ºC. Temperatura muy similar. Nunca había tenido problemas por hacerlo así. Como nunca había tenido problemas luego al lavar bajo el grifo con el agua saliendo a 25-26 ºC, que es la temperatura a la que sale durante el verano. Sin embargo, algo había ido mal, y lo vi en cuanto colgué los negativos a secar. Sabía perfectamente que el cielo estaba ese día inmaculado, sin nubes de ningún tipo. Y sin embargo, en los negativos se apreciaba irregularidades en los tonos del cielo.
Inmediatamente empecé a temer algo. Una sensación que se me había quedado en todo el proceso. La posibilidad que durante el lavado, el monomando del grifo no estuviera perfectamente en la posición "agua fría" y la temperatura del lavado fuese superior a la prevista. Un par de días más tarde, con tiempo y tranquilidad, digitalicé con mucho cariño los negativos con la Panasonic Lumix G9 en su modo de alta resolución, casi 80 megapíxeles aprovechables por negativo, que aparecieron bastante nítidos... pero con zonas en la que la emulsión se veía deteriorada. Quizá lo que los más sabios que yo llaman "reticulada". Nunca me había pasado algo así desde que empecé a revelar en 1992.
He comentado ya el caso en grupos y foros de aficionados y profesionales de la fotografía con película tradicional, en los que siempre hay personas con más conocimientos y experiencia que yo. Algunas voces que considero autorizadas no tienen claro el tema de las temperaturas. Afirman que en caso de "shock térmico" el reticulado hubiese sido en toda la emulsión y no sólo en algunas zonas. Por lo que entiendo, el problema del reticulado tiene más que ver, no con la temperatura de los líquidos, sino con la diferencia de temperaturas, excesivas y bruscas, entre los diversos baños. Y vuelvo a escuchar quejas de que la calidad de fabricación de las Rollei deja que desear. Las emulsiones, fabricadas por Agfa-Gevaert en Bélgica, según parece, están basadas en emulsiones conocidas desde hace décadas. Pero el envasado final parece que podría estar realizado en la República Checa por Foma. Hay semejanzas claras en los envasados entre las Foma y todas o algunas de las Rollei. El caso es que según algunas voces, en algún momento del proceso de fabricación y envasado, los niveles de calidad no estarían a la alturas de las ya desaparecidas películas Agfa, por mucho que las emulsiones sean herederas de aquellas.
El caso es que... es una pena. Porque por lo demás la exposición, la nitidez y el aprovechamiento de los negativos eran buenos. Si no fuese por la inseguridad que genera esta situación, la calidad de la imagen está a la par de la Ilford SFX 200, quizá con un grano un poco menos marcado incluso, lo que podría proporcionar algo más de nitidez, la SFX 200 tiene un grano muy marcado para su sensibilidad nominal en mi experiencia, y con un coste menor. La Ilford es un 40% más cara que la Rollei. En fin... Me queda un rollo de Rollei Superpan 200. Volveré a repetir la experiencia, con especial cuidado en todos los pasos del proceso. Y ya os contaré si al final llego a la sospecha de que la culpa fue de la emulsión o de mi mala pata. Cosa que no puede desechar; no puedo ser tan soberbio, con los datos que tengo. Pero ya son tres rollos de película de la marca Rollei que me salen rana en el plazo de dos años.
Desde hace tiempo me muestro interesado por la fotografía en el espectro del infrarrojo. Aunque he hecho algún pinito con alguna cámara digital que muestra cierta sensibilidad a esta parte del espectro electromagnético, la mayor parte de las modernas no son sensibles, a lo que más me he dedicado es a la fotografía infrarroja con con película de haluros de plata tradicional. Tradicionalmente existían emulsiones específicas para este tipo de fotografía, pero hoy en día no se fabrican o no son fáciles de encontrar por fabricarse sólo para determinados entornos y situaciones. Pero sí que encontramos con facilidad películas en blanco y negro pancromáticas, es decir, sensibles a todas las longitudes de onda del espectro visible, desde el rojo al violeta, con una sensibilidad espectral extendida al infrarrojo cercano. Usando un filtro adecuado, podemos cortar el acceso a nuestra película de todas las longitudes de ondas que correspondan al espectro visible, y dejar pasar solamente las que corresponde al infrarrojo cercano.
En los últimos años, con este fin he venido usando las películas de Rollei Superpan 200 Pro y Retro 80S, así como la Ilford SFX 200. La Rollei Retro 80S es la que más me convence en sus resultados, especialmente si buscas un grano fino. Pero tiene problemas de calidad en su fabricación y he acabado escamado de ella. La Superpan 200 Pro no me ha dado problemas nunca,... pero claro, es Rollei también, y se te mete el miedo en el cuerpo. Por ello, en su momento adquirí un suministro de Ilford SFX 200, apreciablemente más cara, pero más fiable desde mi punto de vista. Me quedaba un rollo. Y el runrún en la cabeza de retomar este tipo de fotografía durante el verano, que es su momento adecuado.
Recientemente, vi un vídeo en Youtube de un fotógrafo paisajista británico que eventualmente realiza paisaje en el infrarrojo con cámaras digitales modificadas. Tal es la modificación, que puede realizar las fotografías a mano alzada, sin necesidad de trípode.
El problema con las películas infrarrojas es que el filtro que colocas en el objetivo, en mi caso un Hoya IR72 de 49 mm de diámetro, se lleva cinco pasos de exposición. Si una película tiene una sensibilidad nominal de ISO 200, es como si estuvieses usando una de ISO 6. Y eso implica que hay que usar un trípode siempre, ¿o casi siempre? A esto vamos hoy. A que en determinadas ocasiones, podemos ir sin trípode, haciendo algunos sacrificios.
Con película infrarroja me gusta usar cámaras telemétricas. Con una réflex, si pones el filtro, no ves nada por el visor. Tienes que andar poniendo y quitando para enfocar y encuadrar. Así que en esta ocasión opté por la Fujifilm GS645S Wide60, puesto que el rollo que me quedaba de SFX 200 era de tipo 120. La mañana del domingo era soleada y despejada aunque con algunas nubes en el cielo que no servían para matizar la luz, aunque sí para dar vida al espacio celeste. Así que, incluso antes de salir de casa, comprendí que la medición de la luz en valores de exposición iba a ser EV15. Es decir, tiempo soleado, si ajustamos el diafragma a f/16, la velocidad de obturación sería el inverso de la sensibilidad de la película. Haciendo cuentas, comprendí que la combinación f/4 (apertura máxima del objetivo) y 1/60 segundo (velocidad de seguridad para no obtener fotos trepidadas), era posible. Aunque con un precio a pagar. En formato medio, una apertura de f/4 implica una cuidada selección del encuadre para decidir que aparecía enfocado y que no. La hiperfocal con esa apertura, estamos hablando de paisajes, mayormente, es 20 metros, por lo que lo planos muy próximos corrían mucho riesgo de aparecer desenfocados. También hay que tener en cuenta que es una buena óptica, pero que hay que esperar cierta degradación de la imagen en los bordes de la misma a su máxima apertura. Así se aprecia en alguna fotografía con edificios en los bordes de la imagen. En cualquier caso, la primera vez que me lanzaba a realizar infrarroja a mano alzada.
La película la revelé, según lo recomendado, en Kodak HC-110 dilución B (1+31) durante 9 minutos a 20 ºC. 30 segundos de agitación tranquila inicial y luego cuatro inversiones del tambor cada minuto, hasta alcanzar el tiempo previsto. Las fotos fueron digitalizadas con la Panasonic Lumix G9 en modo alta resolución (imagen aprovechable en esta ocasión de entre 65 y 70 megapíxeles) con el M.Zuiko 12-40/2,8 a una focal de aproximadamente 35 mm y una apertura de f/5,6. Los ficheros digitales hay que trabajarlos un poquito, no demasiado, pero con cuidado, para ese aspecto característico de la fotografía infrarroja en blanco y negro. Especialmente, evitando bloquear las luces, abundantes en las fotos con mucha vegetación. He usado Affinitiy Photo con el complemento de Color Efex de la Nik Collection para el terminado final. No la versión actual de pago, sino la que fue gratis durante un tiempo, y que es perfectamente usable todavía. He comprobado ya en varias ocasiones que "jugando" con el filtro "Claridad (Clarity)" de Affinity Photo (u otros programas) se puede evitar el aumento de grano indeseado cuando ajustas el contraste, sin afectar a la nitidez global de la imagen.
Globalmente, he quedado satisfecho con las fotografías. Para comparar el efecto de la fotografía infrarroja respecto a la normal realizada con película pancromática, os he puesto un par de imágenes comparando con las obtenidas con la pequeña Olympus Pen EE3 cargada con Ilford HP5 Plus 400. Este tipo de fotografía es ideal para los días de verano, con luz intensa, y con abundancia de vegetación muy verde todavía. Y siempre que la sensibilidad de base de la película sea de 200 o más, podremos evitarnos el trípode, aunque habrá que ser cuidados con la composición y con lo que dejamos enfocado y lo que no. Recordad que en la luz infrarroja no enfoca en el mismo plano que la luz visible y que si el objetivo tiene marca de corrección del punto de enfoque para luz infrarroja, hay que usarla. La GS645S la tiene, y la usé sistemáticamente, consiguiendo una buen nitidez en todas las fotos. Con diafragmas más cerrados igual se compensa con la profundidad de campo derivada, pero con f/4, no.
Un hecho; desde que la probé, la Fujifilm Neopan 100 Acros resultó ser una de mis películas en blanco y negro preferidas, siempre y cuando pueda valer una sensibilidad ISO 100. Muy limitada para lo que se lleva hoy, aunque era la de uso común hace 30 o 40 años. Pero las mejoras de las emulsiones hicieron que poco a poco la etiqueta de polivalente se la llevasen las películas de ISO 400. Y no digamos en digital, conforme la capacidad de la electrónica para amplificar la señal permitió estas sensibilidades con buenos resultados... o más altas todavía. Pero la estupenda gama tonal, la profundidad de las sombras, la nitidez que proporciona y el escasísimo grano, hacían de la Acro, la "chouchou" de muchos fotógrafos. A mí me gustaba mucho. Estupenda para largas exposiciones por su escasísimo fallo en la ley de la reprocidad, que hacía que por encima de unos cuantos segundos de exposición empezase a ser más "sensible" que las películas de ISO 400 por permitir tiempos de exposición más cortos. Y estupenda para los formatos pequeños, por su capacidad para ser ampliada con buena calidad. Ya, en formato medio, un lujo de imagen. Era cara, eso sí. Una película moderna, tecnológicamente avanzada y cara. Más agradable que las de grano tabular de Kodak (T-Max 100) e Ilford (Delta 100) que serían sus principales competidoras.
Pero Fujifilm, haciendo muy poco honor a su marca, empezó una empinada pendiente de abandono del "film" fotográfico, con el carpetazo a muchas emulsiones muy queridas por los fotógrafos. En 2018, abandonó la producción de la Neopan 100 Acros aduciendo una mezcla de razones relacionadas con los costes y con los productos químicos necesarios para su fabricación. Eso sí, con todo el cinismo del mundo, sacaban pecho por la emulación por software de la película en sus cámaras digitales, con lo que mantenían viva la denominación "Acros".
Sorprendentemente, porque los carpetazos que da Fujifilm suelen ser muy definitivos, a mediados de 2019 anunció el regreso de la denominación en una versión nueva, pero muy similar, la Fujifilm Neopan 100 Acros II. Habría algunos cambios en la química para su fabricación, pero se conseguiría un producto muy similar. Incluso los tiempos de revelado, de los que hay muy poca información para la nueva emulsión, serían iguales o similares para los distintos reveladores. A finales de 2019 llegó la nueva película al mercado japonés. No tuve la suerte de poder pillarla yo cuando visité Japón en octubre del año pasado. Y a principios de este año, llegó al mercado europeo. Con precios altos, como era de esperar, y con una sorpresa. La película japonesa no es "made in Japan" sino "made in The UK". Lo más lógico es pensar que el fabricante de la película es Harman Technology Ltd, la empresa fabricante de las películas Ilford y Kentmere. Y se supone que de película bajo otras marcas. Por ejemplo, hay bastante certeza para decir que las recientes Agfaphoto APX 100 y 400 tienen poco que ver con las antiguas Agfapan APX 100 y 400, y que no son más que las Kentmere 100 y 400 con una presentación diferente. ¿Es la nueva Acros II una auténtica descendiente de la Acros original? ¿O es una Ilford disfrazada? Todo parece indicar que se trata de lo primero. A Fujifilm le sale mejor que otro fabrique la película bajo sus especificaciones, en las que habría habido cambios debidos a la disponibilidad y precios de diversos componentes químicos necesarios para su fabricación.
A principios de marzo de este año, encargué por internet unos rollos de la nueva Fujifilm Neopan 100 Acros II. Además con la idea de utilizarlos en un proyectos muy concreto. Dos rollos en formato 120 y otros dos en 35 mm. Probar la película con uno de los de medio formato, usar el otro en unos retratos de unos amigos que tenía pendientes y llevarme los dos de 35 mm de vacaciones de semana santa con una cámara de medio formato (que no formato medio; me refiero a la mitad del tamaño del formato habitual en 35 mm). Y las películas llegaron el sábado 14 de marzo... día que se publicó el Real Decreto-Ley que establecía el estado de alarma en todo el país por la epidemia de covid-19. Adiós a todos esos proyectos... desechados indefinidamente.
Hace un par de domingos, en una mañana soleada y tranquila, decidí probar la película de una vez. Así que cogí la Hasselblad 500CM, le puse el Sonnar 150/4 C T*, cargué un rollo de 120, y me fui a pasear por un animado casco histórico de Zaragoza, cuando estábamos en vísperas de estrenar la "nueva normalidad". Para los tiempos de revelado, tuve que confiar que valían los de la película original como muchos sugería, porque no encontré documentación oficial. Las propuestas existentes en Digitaltruth eran raras. Pero acepté la de revelar en Kodak HC-110 dilución C (1+19) durante 5 minutos a 20 ºC, con una agitación continua en los primeros 30 segundos, y cuatro inversiones tranquilas cada minuto hasta final del tiempo de revelado. Ya adelanto que fue bien.
Fue lo único que fue bien. Por algún motivo, que sólo descubrí más adelante, el tambor de revelado no quedó bien cerrado, tuve que agitar de forma poco convencional para que no se escapasen los líquidos de revelado, y cuando intenté cerrar bien el tambor, a pesar de mis precauciones, entró algo de luz, velando parcialmente los negativos. No obstante, hay superficie suficiente en el material sensible sin afectar para sacar algunas conclusiones.
1. El grano es total y absolutamente imperceptible.
2. La nitidez es amplia.
3. Las condiciones de luz no fueron las mejores, por la dureza de la iluminación, pero con la cuidadosa medición con el Gossen Digisix, a veces de luz incidente y otras de luz reflejada según la situación, todos los negativos resultaron entre muy bien y muy aceptablemente expuestos sin que se empastaran las luces ni se bloquearan las sombras.
4. Sigue siendo una película fácil de manejar, aunque se curva más que las habituales de Ilford, por lo que cuesta más mantenerla plana en el portanegativos. Si la fabrican los británicos, lo hacen con las indicaciones totales de los japoneses, porque las bases de las películas de las Ilford suelen quedar muy planas tras el secado.
5. Si no fuera tan cara, la usaría con frecuencia. No descarto su uso con la pequeña Olympus Pen F, para obtener el máximo de su pequeño negativo. Al fin y al cabo, es el doble de sensibilidad que la Ilford Pan F Plus para una nitidez y granos muy similares.
En fin, aun me quedan tres rollos para seguir investigando las propiedades de la película. Lástima que el verano, y sobretodo, este verano, sea tan poco propicio para buscar ocasiones en las que aprovechar al máximo las características de la película. Da pena gastar 10-12 euros en lo que se puede hacer por cinco.