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Fotografiando el patrimonio de la humanidad: casco histórico de Santiago de Compostela y la Torre de Hércules en La Coruña

En estas últimas semanas, aparte de las recomendaciones semanales de los domingos, la actividad de este blog ha estado centrada en el taller de retrato de Fotógraf@s en Zaragoza. Hemos dejado este durante unas semanas, hasta que lleguen bien avanzado mayo el segundo y tercer módulo del mismo. Pero con motivo de un viaje por trabajo a tierras gallegas a finales de la semana pasada, tengo la excusa perfecta para retomar la serie dedicada al Patrimonio de la Humanidad según la UNESCO. Dos lugares declarados patrimonios de la humanidad por esta institución supranacional he visitado en tan corto viaje.

Ciudad vieja de Santiago de Compostela

La ciudad de Santiago de Compostela es indudable famosa por ser centro de peregrinación para el mundo cristiano, asociada a los mitos sobre el denominado apostol Santiago el Mayor, uno de los doce que se supone que acompañaron a Jesus de Nazaret en su predicación de carácter mesiánico en la Palestina de principios del siglo I de la era común.

Pero lo importante no es eso, lo importante es que el movimiento de gentes en la edad media que provocó estas peregrinaciones, en una época en la que para la mayor parte de las personas el mundo se reducía a unos cuantos kilómetros del lugar donde había nacido o se aposentaba de adulto, sirvió de correa de transmisión de cultura y saberes. Aquello que se desarrollaba y se aprendía en el norte y centro de Europa, llegaba al sur mediante la peregrinación. Los saberes de la península ibérica se transmitían al resto del subcontinente cuando los peregrinos volvían a sus lugares de origen.

Y así, una serie de mitos de escaso rigor histórico pero sancionados como "verdaderos" por las jerarquías religiosas, muy influyentes en los siglos difíciles que siguieron a la caída de la civilización clásica, en los que se despoblaron ciudades, aumentaron las hambrunas y las enfermedades, hubo un derrumbe demográfico, y se perdieron conocimientos científicos y de ingeniería, sirvieron para que se produjera un movimiento de ideas que contribuyo a la progresiva recuperación de la cultura y la civilización.

Así pues, Compostela, recibió un acopio de gentes y de dineros que permitió que entre sus calles se construyeran magníficos edificios religiosos, pero también que con el tiempo se fundara una universidad que da mucho carácter al conjunto de la ciudad. La existencia de otras ciudades con más dinamismo económico e industrial permitieron también que el casco histórico de la ciudad no se viese sometido a las presiones urbanísticas que otras ciudades españolas sufrieron, conservando su carácter y su belleza. Si sumas a ello una gran restricción para el acceso de vehículos a este casco históricos, nos encontramos en un lugar absolutamente privilegiado en el que merece la pena pasear si buscar un destino especial, perderse en el dédalo de callejuelas, sabiendo que finalmente encontraremos algún lugar donde refrescarnos con alguna cerveza, algún alvariño o mencía, aplacar el gusanillo con alguna porción de empanada de sardinas o pulpo a feira. Os dejo unas cuantas fotografías más.

Torre de Hércules

Hemos dicho que Santiago de Compostela fue consecuencia de la edad media, como época que devino del derrumbe de la civilización clásica, representada por el Imperio romano. Eso es lo que trajo el misticismo y la religiosidad exacerbada, en un mundo mucho más incierto y peligroso que el de las urbes romanas.

Y como contraposición viene bien conocer esta torre de señales, este faro, que representa perfectamente lo que se perdió con la caída de la civilización clásica. Un sistema social ordenado, en la que los mecanismos políticos del imperio permitían la construcción de infraestructuras, vías, puertos, faros,... para sostener la actividad comercial entre las ciudades del imperio. Civilización viene de civitas, ciudad en latín.

Lo cierto es que el monumento y el lugar me sorprendieron. Las imágenes que había visto previamente no le hacen justicia. El entorno es de gran belleza y la torre tiene una especial gracia, a pesar de que ya no veamos su forma original, sino su restauración del siglo XVIII, que también tiene su mérito. Pero sobre todo es bello el entorno.

Entorno que se complementa con distintos elementos de tipo cultural y artístico, como el parque de esculturas que rodea el faro y el promontorio en el que se encuentra. Y la relativa absurda rosa de los vientos, que incluye los llamados pueblos celtas, pero si que aparezcan correctamente orientados en su interior, y sin que podamos realmente creernos que las afinidades entre la Galicia española y la "galias" del occidente europeo pueden tener más que ver con lo común a las culturas subyacentes europeas en todo el continente, que con el hecho de pertenecer a una cultura celta común. Los celtas penínsulares quedaron claramente aislados culturalmente de sus colegas galos y bretones muy pronto en la historia y durante mucho tiempo. Pero esto probablemente será considerado herejía por el oficialismo histórico, y hará que yo caiga mal a no poca gente... Demasiados dogmas...

En cualquier caso, accedemos al interior de la torre, y vamos subiendo sus escalinatas hasta la terraza superior para apreciar las vistas. Aunque realmente, lo interesante es intentar orientarse en su interior y desentrañar el saber de la ingeniería civil romana que permite construir tan magnífico edificio con una sabia disposición interior de muros y vanos, que permite que la torre esté construida para durar, y que nos haya llegado hasta nuestros días.

Antes de despedirnos del lugar, aprovecharemos que son las dos únicas horas de luz e incluso algún rayo de sol que vamos a disfrutar de nuestra visita a la capital coruñesa. Cuando abandonemos el parque que rodea la torre, comenzará a llover, y yo no parará en todo el día. Mientras, contemplamos sorprendidos alguna de las esculturas del parque, debatiendo si se trata de una figura femenina, por sus voluminosos pechos, o una figura masculina, por lo que nos sugiere su cabeza y su rostro. O todo a la vez, o nada al mismo tiempo.