La fotografía como afición y otras artes visuales

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Un cartucho más de Instax Square Monochrome... definitivamente, subexponer

Este fin de semana he estado fundamentalmente con formatos cuadrados. He hecho dos rollos de película en blanco y negro con la Hasselblad, que todavía no he revelado, y con un nuevo accesorio que me ha traído Papá Noel y del que estoy muy contento a falta de comprobar los resultados. Y también he vuelto ha cargar un cartucho de Instax Square Monochrome en la Fujifilm Instax SQ6,... Fujifilm,... cuantos disgustos nos das a los aficionados a la fotografía fotoquímica. Eso sí... enredar con las "simulaciones" de las películas que te cargas ya te gusta...

Prácticamente tengo confirmado que en la mayor parte de las ocasiones es mejor usar el modo D "Dark" de la cámara en lugar del automático absoluto. Se protegen las altas luces y queda una gradación de tonos más agradable en monocromo. Casi como si estuvieses usando un filtro amarillo o naranja. Sólo he tenido dos pifias importantes con este cartucho. Una es una foto, que no voy a mostrar, la primera del cartucho, en la que vi una oportunidad de conseguir una silueta sobre un fondo de edificios bien iluminados... y se me olvidó considerar otros elementos de la foto que la han convertido en un batiburrillo de cosas. Cuanto más sencillas las composiciones con la película instantánea mejor. Hay que eliminar todo lo superfluo.

También me voy acostumbrando a encuadrar justo, pero con cuidado con el defecto de paralaje del visor, para aprovechar todo el espacio disponible. Cuando puede encuadrar ajustado al visor... generalmente me quedan mejores fotografías que si doy aire al encuadrar... porque empiezan a aparecer elementos indeseados por los bordes o a quedar mucho espacio negativo, vacío más bien, sin sentido en la foto.

Intenté un experimento. Como llevaba un filtro rojo de 67 mm para el objetivo de la Hasselblad, el domingo por la mañana, decidí colocarlo delante del objetivo de la Instax SQ6. El objeto era mejorar el contraste del cielo, con respecto al puente de Piedra de Zaragoza que era el objeto principal... y como el filtro cubría la célula de exposición que hay junto a la lente frontal del objetivo, pensaba que compensaría la luz. Aunque se perdiesen tres diafragmas de luz... estábamos en pleno día con sol radiante... El díafragma es fijo, f/12,6. Pero las velocidades de obturación son automáticas, entre 1/400 segundo y 1,6 segundo. Para una sensibilidad de la película de ISO 800. Realmente... hay un límite físico en la cámara que haría que se "quemen" con facilidad las luces. A pleno sol, 1/400 y f/12,6 es un sobrexposición de 1 + 2/3 pasos sobre el 1/800 y f/16 recomendado. Si le pones el filtro rojo, eliminas parte de esa diferencia, y la cámara, mediante su automatismo sólo tiene que compensar un poquito más de un paso de exposición... que no hizo. Y la foto quedó oscura. No sé muy bien, donde falló el proceso. A pesar del cuidado que puse, igual el filtro rojo quedó descolocado. No hay rosca... hay que sujetarlo con los dedos mientras haces la foto.

Hay una foto en la que usé el modo "selfi",... un autorretrato, claro. Donde no se puede usar la compensación de exposición. Lo que sí que hice fue eliminar el flash. Ha quedado bien. El cielo un poco más claro de lo que me gustaría, pero al fin y al cabo es un contraluz. En fin... poco a poco.

Olympus Pen F y Fujifilm Neopan 100 Acros - una combinación a considerar

Utilizar una Olympus Pen F es una delicia. Aparato excelentemente diseñado y fabricado, genera unas sensaciones estupendas, y produce un estado de relax y buen humor notable en el aficionado a los aparatos fotográficos clásicos. Porque, sin duda, la Olympus Pen F de Maitani Yoshihisa pertenece de pleno derecho al club de las cámaras clásicas y no meramente de las cámaras viejas o antiguas. Por si alguien se me ha despistado, me refiero a la cámara réflex con visor de porro que fue lanzada al mercado por Olympus en 1963, y no la cámara digital de aspecto estético similar, pero totalmente distinta en su tecnología.

Pero como ya he comentado en otras ocasiones, el principal inconveniente de la cámara es que ofrece unos negativos con una superficie que es algo menos de la mitad de los de un 24 x 36 mm, y eso penaliza la resolución global de la imagen, y hace que la estructura de la película, el grano sea mucho más manifiesto. Seamos claros; por buena que sea la mecánica de la cámara, que lo es, y la calidad de sus ópticas, punteras para su época y perfectamente asumibles como buenas ópticas, hay unos límites físicos a la cantidad de información que puede almacenar un rectángulo de emulsión haluros de plata de 17 x 24 mm. Y por ello, de cara a obtener la mejor calidad de imagen posible, la utilización de películas de sensibilidad media-baja y grano fino es algo muy razonable de pensar, aunque disminuya la versatilidad. No por nada con el tiempo y la mejora de las películas se ha ido estableciendo el ISO 400 en lugar del ISO 100-125 como material todoterreno.

Con esto en mente, me vino a la memoria que cuando empecé a usar las primeras cámaras de medio formato (que no de formato medio), como esta, antes de que se suspendiera la producción de la película, usé en varias ocasiones la Fujifilm Neopan 100 Acros con buenos resultados. Y puesto que tenía por casa algunos rollo de la nueva versión de esta película, Fujifilm Neopan 100 Acros II, decidí llevar encima durante el mes de diciembre la Pen F con uno de estos rollo, y usarla en diferentes ocasiones. La mayor parte del tiempo llevé puesto en el objetivo, el F-Zuiko Auto-S 38/1,8, un filtro amarillo de B+W, que resta un paso de luz, para mejorar el contraste, especialmente cuando hay cielos implicados. Y también he de decir que solía ajustar el índice de exposición de la Acros a IE 80 en lugar de su nominal ISO 100. Por ello la medición de la luz la realicé con el Gossen Digisix a IE 40, o estimando la luz bajo estas condiciones. Esto me ha confirmado un problema que ya había empezado a sospechar. 

Siempre se ha dicho que para evitar una trepidación en la imagen, en caso de disparar a mano alzada, conviene usar una velocidad de obturación que sea la inversa de la focal utilizada. El 38 mm es equivalente a un 55 mm, aproximadamente, en el formato más extendido de 24 x 36 mm que es para el que se hizo esta "regla" de exposición. Por lo tanto, la velocidad de obturación de seguridad sería 1/60 segundo. Pero hay que contar otra cosa. El conjunto de la cámara y el objetivo es mucho más ligero que las cámaras para el formato 24 x 36 mm, y por lo tanto tiene mucha menos inercia. Viendo los resultados, yo abogaría, por lo menos para mis habilidades, por usar una velocidad de 1/125 segundo. Lo cual no siempre ha sido posible dada la baja sensibilidad real con la que me he estado manejando. Y algunas, no todas, las fotos que he hecho a 1/60 segundos han quedado trepidadas. Poco nítidas. La fotografía es una cuestión de compromisos, y las ganancias por un lado conllevan inconvenientes por otro.

La película la he revelado en Kodak HC-110, dilución C 1+19, durante 5 minutos y 30 segundos a 20 ºC, con 5 inversiones del tambor de revelado al principio de cada minuto. La imagen tiene un contraste adecuado, no excesivo para tampoco demasiado suave, con buen detalle desde las altas luces a las sombras profundas. Dado que en esta época del año, la luz no es tan agresiva como en otros meses, encontramos una amplia gama de tonos en todas las situaciones. Los negativos los digitalicé con la Panasonic Lumix G9 y el Leica Macro-Elmarit 45/2,8 ASPH OIS. No usé el modo de alta resolución, y ajusté bien la imagen al tamaño del fotograma, sin bordes, para tener 20 megapíxeles de imagen aprovechables. 

Salvo por los negativos trepidados que he comentado la calidad intrínseca de las imágenes ha sido buena. Creo que mejor que con la Ilford FP4 Plus, aunque no tengo una muestra de situaciones los suficientemente amplia para una comparación rigurosa. Posibles contrincantes... la Ilford Ortho Plus 80,... que tiene una sensibilidad espectral distinta.

Paisaje urbano con Fomapan 200 Creative y un filtro rojo

El balance de fotografía analógica de diciembre se resume en que he expuesto tres rollos de película negativa en color, de Kodak en sensibilidades ISO 100 y 200, que todavía no he mandado a revelar; dos rollos de Fomapan 200, uno en naturalezas muertas  del que ya os he hablado, y otro del que os hablaré hoy; un cartucho de Instax Monochrome, que está listo para comentario, así que... dentro de poco; y un un rollo de Fujifilm Neopan 100 Acros, expuesto con la Olympus Pen F, que contiene las últimas fotografías del año y las primeras de 2021. Estos trabajando todavía en este último.

Creo que ya lo dije hace unas semanas. O si no, lo cuento ahora. En este 2020 que ha terminado, he utilizado principalmente películas negativas en blanco y negro de Ilford, por tres motivos; son fáciles de encontrar, tienen buena calidad y fiabilidad, y tienen precios razonables, especialmente si las comparas con los estratosféricos precios de las Kodak y otras películas de cierto prestigio. E incluso con los de algunas películas de dudoso prestigio. Pero hubo un momento en que parecía que me iba a quedar sin blanco y negro en formato medio, y en una tienda de Zaragoza pillé los dos rollos de Fomapan 200 Creative. Que reconozcámoslo, es una película que no me disgusta, para mí la mejor de lo que hace Foma.

Expuse el primero con las naturalezas muertas iluminadas con el panel de LED, sudando la gota gorda para ajustar el descomunal fallo de la reciprocidad en la exposición que tiene, y el segundo,... decidí tomármelo con calma y sin problemas. Así que, un domingo por la mañana, lo cargué en la fiable, ligera y agradable Fujifilm GS645S Wide 60, miré por la ventana, puse un filtro rojo, porque supuse que le vendría bien para mejorar los contrastes en unos cielos un poco modorros, y salí a pasear hasta la hora de comer.

El revelado, un poco incómodo, en Kodak HC-110 dilución B (1+31), durante sólo 3 minutos y 30 segundos a 20 ºC, con agitación tranquila de cinco inversiones del tanque revelado al principio de cada minuto. Nunca me encuentro cómodo con revelados tan cortos, porque cualquier inconveniente, o cualquier evento que modifique algo el tiempo de permanencia en el revelador tiene mayor impacto que cuando los revelados son largos. 30 segundos de error en 3:30 minutos en un error mucho más importante, del 14 %, que 30 segundos en 9:30 minutos, del 5 %. Pero bueno, todo fue bien y sin problemas. Nunca me ha gustado estas capas antihalo de color verde que llevan las películas con base de poliéster de Forma, pero como revelo a baño perdido, con para y lavar bien antes del fijador, tampoco pasa nada. Hay quien prefiere hace un baño previo con sólo agua con estas película, para atemperar la película y eliminar a priori este tinte verde. Pero nadie ha demostrado concluyentemente que eso sea mejor, y lo que si que hace es consumir más tiempo.

Los resultados son muy correctos, con unos negativos nítidos, en los que apenas se aprecia el grano, gracias al buen tamaño de los mismos, con detalle abundante tanto en sombras como en luces. El filtro rojo le viene bien a unos cielos que de lo contrario aparecería probablemente lavados y con pocas texturas. Como me ha pasado en otras ocasiones con esta película, la primera impresión es que están subexpuestos. Pero luego, cuando los digitalizas, son muy cómodos y agradecidos, y hay detalles e información por todas partes. Así que sin problemas. No es mala película para tener para un por si acaso.

En noviembre fue la Canon EOS 650 con un 40 mm y un rollo de Kodak Ektar 100

Desde hace un tiempo, cada mes suelo llevar alguna cámara para película tradicional en la mochila con un rollo de película en color, independientemente de que siga haciendo fotos en blanco y negro. En el mes de noviembre de 2020 la cámara que me acompañó en mis idas y venidas por la ciudad fue la Canon EOS 650, una cámara que, a pesar de que muestra algún rasgo de inmadurez, no por nada fue la primera de la gama EOS en la historia, me resulta muy cómoda de usar. Para hacerla ligera en la mochila, le puse el pequeño panqueque EF 40/2,8, que ofrece muy buenos resultados tanto en digital como en película, con la ventaja de que con película tradicional viñetea menos a grandes aperturas. Y como material sensible, tenía que ser la Kodak Ektar 100.

¿Por qué tenía que ser la Ektar 100? Bueno... es otoño, los árboles están más coloridos y potencialmente más bellos. Y con esto del cambio climático, las nieblas en Zaragoza cada vez se reducen más. Y si antaño noviembre era un mes en el que las nieblas abundaban, ahora parecen quedar confinadas cada vez más a los días de diciembre próximos a la navidad. Como los que llevamos esta semana. Por lo tanto, con buena luz y colores potencialmente interesantes, una película como la Ektar 100, que ofrece tonos más saturados que otras... va bien.

Revelado el rollo en Carmencita Film Lab, con una resolución de unos 20 megapíxeles por foto, que ya está bien, tengo en mi poder fotografías nítidas, limpias y claras. Quizá con unos tonos excesivamente cálidos... más bien con un exceso de amarillo, a pesar de mi petición de tonos neutros. Pero bueno, una pequeña corrección de la temperatura del color, cuando estos tonos cálidos no sienta bien, en el programa habitual de procesamiento de imágenes, nada muy impulsivo, corrige la situación sin graves pérdidas de calidad de imagen a pesar de trabajar sobre JPEG. Siguen siendo rácanos los laboratorios a la hora de ofrecer TIFFs de alta resolución. Supongo que por el coste del almacenamiento.

Creo que el momento que más ilusión me hizo durante todo el mes, y que me hizo entretenerme un ratito mientras iba desde el trabajo, en el que había terminado mi jornada, hacía el centro de la ciudad para hacer unas compras, caminando, fue al pasar sobre las cuatro de la tarde junto al palacio de la Aljafería de Zaragoza, y percatarme que en la avenida de Madrid, en el lateral del palacio, el ayuntamiento de la ciudad ha plantado entre el arbolado urbano algunos ginkgos, fósiles vivientes de origen asiático que ahora se ven por todo el mundo, que producen unas hojas muy bellas en otoño, y que nunca había visto en Zaragoza. Los arbolitos son jovencitos, pequeñitos y pasan desapercibidos, pero con las brillantes hojas amarillas, llaman más la atención.

También, ante el confinamiento perimetral de la ciudad debido a la epidemia de covid-19, las riberas del río Ebro se han convertido en un lugar preferido de muchos conciudadanos para disfrutar del aire libre, y de algo lo más parecido a la naturaleza que se pueda encontrar dentro del municipio, y sin salir del casco urbano. En fin... que me han gustado los resultados. Para el mes de diciembre, ya llevo un par de rollo. Con distintas cámaras. Con distintos tipos de película. Cuando llegue el día 2 de enero... o el primer día hábil que haya, las mandaré al correo, y en el primer mes del 2021 os contaré cómo fueron las fotos en color de diciembre del malhadado 2020. En cualquier caso, esta combinación de cámara y película está muy bien.

Una tarde de paseo con la Hasselblad 500CM y un rollo caducado de Ilford Delta 400

La entrada de hoy no tiene mucha historia. Hace unos días, estuve revisando mis existencias de película fotográfica, convenientemente conservada en el frigorífico de casa. Sin mezclar con los alimentos o bebidas, claro. La teoría dice que cuando la película se fabrica tiene todavía que pasar un tiempo para alcanzar su madurez. Especialmente en las películas en color. Es decir, en alcanzar su óptimo en el rendimiento tonal y cromático. Las películas para aficionados saldrían al mercado nada más ser fabricadas, dando un margen a que sigan madurando, mientras que las profesionales ya habrían madurado, y habría que usarlas de inmediato. Después de alcanzar su madurez, tras un tiempo, alcanzan su fecha de caducidad, tras la cual pierden sus cualidades tonales y cromáticas. Las películas en color, especialmente las actuales cromogénicas, la vieja y desaparecida Kodachrome sería otra cosa, son más propensas a perder sus propiedades cromáticas y su sensibilidad nominal que las películas en blanco y negro tradicionales.

Pero de siempre se nos ha dicho que una película guardada en frigorífico o congelador, entre los -20 ºC y los +5 ºC detiene su proceso de maduración y caducidad, suspendiendo de alguna forma o prolongando la fecha de caducidad. Por lo menos, dentro de unos límites razonables. Por eso, lo adecuado para un aficionado corriente es tener almacenada una cantidad razonable de película, que se pueda consumir en un plazo de tiempo razonable, generalmente antes de la fecha de caducidad. Y guardarla en el congelador doméstico, a su temperatura usual de unos -18 ºC o en la nevera a una temperatura de +4 ºC. Son los parámetros habituales en los electrodomésticos habituales. Al alcance de cualquiera. En las cajas de película suele aparecer alguna referencia con recomendaciones sobre la temperatura máxima a la que se debe guardar antes de usarla. Y ante todo, evitar los "golpes de calor". Como por ejemplo, las guanteras de los coches en verano o dejarlas sobre el cubrerradiador en invierno.

El caso es que en otras otras cosas, localicé un ejemplar de un rollo de Ilford Delta 400 con fecha de caducidad en octubre de 2019. Habiendo estado correctamente guardado en la nevera, no me preocupaba gran cosa dicha caducidad. Pero puestos ha dar un paseo fotográfico un agradable domingo por la tarde del mes de noviembre, mejor usar un rollo con la fecha de caducidad ya pasada que uno más reciente. Además, no tenía ningún fin específico para ese rollo. Es un tipo de película que usaría habitualmente, lo hice durante varios años en la década de los noventa del siglo XX, con buenos resultados, pero que no se encuentra habitualmente en los comercios locales de Zaragoza, donde sí encuentro las Ilford HP5 Plus 400 o FP4 Plus 125.

Para el paseo fotográfico, por los alrededores del camino de Miraflores y del camino de Enmedio, entre San José y Montemolín en Zaragoza, donde la ciudad deja de ser ciudad y empieza a ser lo que llamamos "el campo", cogí la Hasselblad 500 CM, le puse el Carl Zeiss Distagon 50/4 C T* y un filtro amarillo Tiffen nº 8. No me di cuenta antes de salir que en su último uso había utilizado el respaldo A16S que ofrece 16 exposiciones, con negativos de 42 x 42 mm. Así que eso hizo que el 50 mm se comportara como un angular moderado y no como un claro gran angular. Más como un 35 mm en formato pequeño que como un 28 mm. Aunque estas equivalencias hay que cogerlas con pinzas dado que el formato pequeño es un rectángulo más bien bastante alargado y la Hasselblad ofrece un formato cuadrado. La ventaja del despiste es que me dio para cuatro fotos más.

Expuse, en un principio, utilizando como referencia mi Sekonic L-408 Multimaster, hasta que de repente, para mi sorpresa, dejó de funcionar, aparentemente por agotamiento de la pila eléctrica. Que según las indicaciones que me ofreció antes de salir de casa estaba a un tercio de su capacidad. La tarde estaba soleada, pero fresca. Quizá la temperatura relativamente baja hizo que dejara de suministrar al aparato la energía suficiente. En casa, un par de días más tarde, volvía a funcionar. A partir del momento en que no pude contar con él, dado que las condiciones de luz eran muy estables, con cierta disminución de su intensidad conforme avanzaba la tarde, expuse por estimación. A "ojímetro".

Hice un revelado clásico con Kodak HC-110 en dilución B (1+31), durante 7 minutos y 30 segundos a 20 ºC, con cinco inversiones tranquilas del tambor de revelado al principio de cada minuto hasta llegar al tiempo previsto. Sin sorpresa por mi parte, la "caducidad" de la película no había afectado al resultado final, y me encontré con negativos bien expuestos, contrastados, pero con mucho detalle tanto en las luces como en las sombras. Sigo pensando que las películas de Ilford, dentro de la oferta actual de película fotográfica, son un valor seguro. Y ofrecen un razonable compromiso entre calidad, precio, fiabilidad y consistencia. Hay otros productos más baratos, que no están mal, pero con menos fiabilidad. Y otros de igual calidad, pero más caros. Pues hasta la próxima.