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Un Tokina AT-X Pro 12-24/4 en una 5D Mk. II

Artículo previamente publicado en MEDIUM@CarlosCarreter.

¿Hasta que punto es utilizable o no este objetivo pensado para cámaras con sensor de formato APS-C en una cámara de formato completo? A continuación lo veremos.

Una cosa es segura. Todo lo que sea utilizar este objetivo por debajo de una distancia focal de 19 mm es buscarse problemas. O aparece un viñeteado intenso, o simplemente, como no está diseñado para abarcar un fotograma de 24 x 36 mm, aparece un marco negro. Pero entre los 19 mm y los 24 mm, tenemos una imagen. Una imagen con buena calidad en el centro, y aceptable en los bordes siempre que diafragmemos por lo menos a f/8.

El Tokina AT-X Pro 12-24/4 usado a 19 mm en una 5D Mk. II. El aspecto general es bueno, el color es bueno. Pero hay algunos inconvenientes, como podremos ver en algún detalle de esta fotografía de la escalinata de la subida al Batallador en el Parque Grande de Zaragoza.

Sin embargo, las esquinas es otro cantar. Yo esperaba que cerrando el diafragma a f/8 la calidad sería aceptable. Pero, a duras penas. Pondré un detalle de la fotografía anterior, correspondiente a la esquina superior derecha. Espero que se aprecie la falta de nitidez.

Ampliación al 100% de la esquina superior derecha de la imagen anterior. Se nota bastante la pérdida de nitidez.

He de decir que en circunstancias normales, en una ampliación en papel, si no pasas de 30 x 45 cms, puede ser aceptable salvo en un trabajo crítico por sus exigencias. Pero la pérdida de definición se nota. Eso sí. Si fotografiamos objetos próximos con el diafragma totalmente abierto, es decir a f/4, y por lo tanto en circunstancias habituales de toma con las esquinas ocupadas por un fondo más o menos desenfocado, el objetivo resulta perfectamente utilizable.

La única rosa que en una anómalamente cálido 26 de octubre de 2013 podemos encontra en la rosaleda del Parque Grande de Zaragoza.

Canon y su sistema EOS - Canon EOS 5D Mark II

En las últimas semanas he ido repasando mi relación con el sistema CANON EOS de cámara réflex monoculares, desde la primera que adquirí en 1993 hasta mi complicada transición a la tecnología digital. Complicada más por los líos mentales que uno se monta en su propia cabeza que por otra cosa. Porque lo que sí que aprendí con claridad en este proceso es que prácticamente cualquier cámara réflex en los últimos 10 años ha sido capaz de sacar fotografías de buena calidad. La calidad de la fotografía es función más de la capacidad del fotógrafo que de la cámara.

Es cierto que lo que ha mejorado mucho en los últimos diez años ha sido la capacidad de las cámara de sacar fotografías en condiciones de luz escasa impensables hace tiempo, y que con resoluciones espaciales cada vez mayores, los famosos megapíxeles, cada vez podemos obtener ampliaciones más grandes. Pero seamos sinceros, ¿cuántas veces al año solicitamos una copia en tamaño DIN-A2 o similar? Esto es un tamaño de unos 40 x 60 cm, para lo cual teóricamente según los puristas hacen falta 24 a 30 megapíxeles. Si bien es cierto que este tipo de copias, al contemplarse desde distancias más alejadas que otras más pequeñas, se pueden obtener sin problemas con cámara de 15 a 18 megapíxeles. Sí, sí,... es así... que nadie os engañe. De las gentes que he conocido que han adquirido una cámara de 36 megapíxeles... pocas se han dedicado a hacer copias de 60 x 90 cm.

Durante la década del 2000 al 2010, fui comprando objetivos EF de Canon de segunda mano en buen estado. De estos tres, los dos teleobjetivos, el 85/1,8 y el 200/2,8L, son ópticas excelentes. El gran angular, el 28/1,8, se consideraba muy buen objetivo para cámara de película. En las digitales, ha recibido más críticas por su rendimiento en las esquinas. Pero su elevada luminosidad lo hace muy interesante.

En cualquier caso, la sensación general es que realmente la CANON EOS 40D me daba bastante juego. Salvo por las siguientes circunstancias:

Y finalmente, una cuestión. En un momento dado, las cosas me iban bien económicamente y estaba deprimido por otras causas. Así que decidí que quería tener un EOS "de verdad", que me durase años, hasta que se estropee, con la que aprovechar el parque de ópticas de la marca, y que diese una gran calidad de imagen, por si decidía aprovecharla para algún proyecto que la necesitase. Y me compré la CANON EOS 5D MARK II. Que mira tú que le podría haber puesto un nombre más corto.

El cuerpo de la EOS 5D Mark II con el EF 50/1,4 USM. Sí, con el nuevo cuerpo, también actualicé el 50 mm. El 1,8 va muy bien, pero no tiene la construcción ni las posibilidades de corrección de enfoque del 1,4 con motor ultrasónico. A cada cual, lo suyo.

Realmente, con los objetivos que ya os he presentado en los anteriores artículos, más estos tres, ya tenía suficiente para tirar durante mucho, mucho tiempo. No obstante, aun he adquirido dos ópticas más en los dos últimos tiempos.

La primera fue el "pancake" EF 40/2,8 STM. Criticado por muchos por su limitada luminosidad, lo cierto es que no abulta nada por lo que es ideal para pasaer con él, es el segundo objetivo más barato del "establo" de CANON, tiene buena calidad de imagen, y yo siempre he tenido cierta debilidad por la focal de 40 mm desde que la probé. Va muy bien. De verdad.

Apenas sobresale el 40 mm del cuerpo de la 5D Mark II, como podéis ver, por lo que no es muy pesado para pasear con este equipo.

La segunda vino de la comprobación de un hecho. La focal de 28 mm, que es la que tengo en mis equipo (esa focal o equivalentes según el formato), se me está quedando demasiado larga. Especialmente si llevo un estándar de 40 mm, me parece una focal muy próxima. Después de probar con algún zoom, que no me convenció en general pero me sirvió para decidir cual era la focal que me apetecía más, decidí que algo entre los 19 y 22 mm estaría bien. Pero las ópticas de esta gama de focales, fijas y de buena calidad son carísimas. Y puestos a hacer sacrificios en calidad, para qué gastar en exceso. El caso es que la solución me vino a través del viejo ZUIKO 21/3,5 de OLYMPUS, con una montura adaptada a la EF de CANON. Se pierden algunos automatismos. Pero dada la profundidad de campo que suele haber con estas focales, el tamaño compacto y manejable, y que no se pierde la medición de la luz con esta combinación, la solución, por poco más de 200 euros es de lo más conveniente.

Luego vino la sorpresa. El rendimiento es más que bueno. Salvo con el sol de frente, momento en el que aumenta mucho el riesgo de luces parásitas, la nitidez es aceptable y el contraste muy bueno. Y es ligero y agradable de llevar. Es de lo que más uso en estos momentos con esta cámara.

Resulta raro, pero no feo el Zuiko 21/3,5 con la EOS 5D Mark II. Aunque el cuerpo es enorme comparado con los compactos OMs a los que iba destinado este objetivo.

Dicho todo lo anterior, sólo me queda poner algunas muestras de fotografías tomadas con los anteriores objetivos. En situaciones muy diversas, y según las circunstancias.

El 28/1,8 entre los materiales preservados en Casetas por la Asociación Zaragozana de Amigos del Ferrocarril y del Tranvía (AZAFT).
Apetece utilizar el 50/1,4 con el diafragma abierto... aunque está bien a cualquier apertura que lo usemos.
El retrato con escasa luz ambiental es el dominio del 85/1,8, desde luego.
No pocos rechazan el 40/2,8 "pancake" por su escasa luminosidad y por no estar estabilizado; pero en la escasa iluminación de la iglesia de San Pablo durante uno de los paseos fotográficos organizados por Fotógraf@s en Zaragoza me prestó buen servicio.
El 200/2,8L, de los prestigiosos EF con el aro rojo, es una óptica superior. La lástima es que no es una de mis ópticas preferidas de usar; aunque viene bien para comprimir planos al fotografiar ferrocarriles.
Definitivamente, el Zuiko 21/3,5 es muy divertido de usar, y excelente para paisajes, como en una tarde tormentosa en las saladas de Bujaraloz.