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Entre Milán y los pequeños grandes lagos, y el lago de Constanza y el Rin - De vuelta a una cámara réflex para un viaje

Si no recuerdo mal, la última vez que me fui de viaje con una cámara réflex de objetivos intercambiables fue en septiembre de 2009, en una escapada de cuatro días a Lisboa y alrededores. Me fui con la Canon EOS 40D y tres ópticas fijas. Recuerdo el calor que hacía y el dolor en el cuello y la espalda al final del día. Y cómo llegada la tarde prefería hacer fotos con la pequeña compacta Panasonic Lumix LX3 que con la réflex.

Ese mismo verano, precisamente por lo cansado que me resultaba viajar con las réflex de Canon, había probado a viajar por Suiza con un equipo Pentax. La K10D, que compré muy barata de segunda mano, y algunas ópticas fijas y muy ligeras de la marca. Los 10 megapíxeles de aquella K10D competían más que dignamente con los de la EOS 40D. La cámara no era mucho más ligera, algo sí, pero los objetivos sí. Pero por algún motivo, no me llevaba bien con el color que me ofrecía aquella Pentax. Además, en aquel viaje a Suiza, concretamente en una tienda de fotografía de Berna, ya estuve contemplando y admirando una de las primeras Olympus Pen digitales. Pocos meses después adquiría mi primera cámara micro cuatro tercios, y desde entonces no me había vuelto a llevar una cámara réflex digital de viaje. Y mi cuello y espalda, agradecidos.

En julio de 2009, durante una tormenta que nos hizo refugiarnos en unos soportales de Berna donde había una tienda de fotografía, y pude contemplar con interés una de las primeras Olympus micro cuatro tercios. La foto está hecha con la Panasonic LX3, que es básicamente la misma cámara que la compacta Leica que se ve detrás en la fotografía.

 Por lo tanto, llevaba casi ocho años sin sacar a pasear una réflex digital fuera de las fronteras de nuestro país. O mejor dicho, fuera de las fronteras de Aragón. Eso sí. Siempre he tenido en funcionamiento alguna Pentax digital para aprovechar mis ópticas de la marca, de las que tengo unas cuantas. Siempre compradas a bajo coste, de segunda mano o en "outlets". Mi actual Pentax K-S1 me costó unos 320 euros con un objetivo zoom de kit que no uso. La uso especialmente con el SMC 100/4 Macro, para fotografía de aproximación. Y a pesar de ser una cámara planteada como de baja gama, siempre me ha sorprendido su capacidad par ir tirando y la calidad de su sensor Sony de 20 megapíxeles. Y además, al contrario que aquella K10D, me gusta mucho los colores que ofrece.

Siendo una cámara también de tamaño muy contenido y ligera, he decidido llevármela al viaje que acabo de hacer. En una primera parte del viaje, en Milán y alrededores, donde he estado visitando a unos amigos.

Milano-Centrale, estación central de Milán.

Me la he llevado con los tres objetivos DA-Pentax de la serie Limited que tengo. Tres ópticas muy compactas, 21/3,2, 40/2,8 y 70/2,4, casi dentro del concepto de objetivo "pancake", en las que sacrificas la luminosidad por una ligereza y portabilidad superiores, las llevas en el bolsillo sin enterarte, y que tienen una calidad óptica, en general, entre buena y muy buena, con algún pero.

Su primer fogueo serio durante el viaje fue en una excursión que hice a Bérgamo, durante las horas laborales de estos amigos, antes de volver por la tarde a Milán para pasar con ellos la velada.

Entre el Duomo de Bérgamo y la basílica de Santa Maria Maggiore.
Orto botánico de Bérgamo "Lorenzo Rota".
Funicular de San Virgilio.

Viendo la fotografía del insecto os preguntaréis si alguno de los objetivos es macro. No. No lo son, pero no tienen mala distancia de enfoque mínimo, y con la ayuda de una buena lente de aproximación, que tampoco resulta obstrusiva en el equipaje, te apañas para acercarte bastante, como en esa instantánea obtenida en el jardín botánico de Bérgamo.

Al día siguiente, paseé por Milán, que ya conocía. Llena de gente, la propia fauna humana que habita las calles de la ciudad "meneghina" se convierte en el principal motivo de interés.

La retorcida copa del Giro de Italia en la galería Vittorio Emanuele II.
Terrazas del Duomo de Milán.
Arte contemporáneo en el Museo del Novecento.
"Muro delle Bambole" en recuerdo de las víctimas de la violencia de género.
Columnata de San Lorenzo.
Terrazas en los "navigli" (canales) de Milán.
Viajando en un viejo tranvía de madera de vuelta a casa.

No tardé en volver a percatarme de algo que ya sabía, pero que no tenía en mente hasta el momento de empezar el viaje. De los tres objetivos, el angular, ese DA-Pentax SMC 21/3,2 que equivale a un 32 mm en formato de 24 x 36 mm, no hace honor al famoso revestimiento de las lentes que aplica la marca japonesa, y se maneja mal en los contraluces o con puntos de luz intensa en el encuadre, produciendo pérdidas de contraste. Un pena. Pero eso hizo que poco a poco, en lugar de usar como objetivo principal ese angular moderado, que mi costumbre habitual, usase con mas frecuencia el objetivo estándar y el teleobjetivo. Este último el mejor del trío por calidad óptica, sin duda.

No obstante, cuando el sábado salimos todos de excursión al lago de Orta, a visitar la localidad de Orta y la isla de San Giulio, el angular tuvo que trabajar los suyo.

Iglesia de Santa Maria Assunta en Orta.
Embarcadero en la isla de San Giulio, en el lago de Orta.
Esperando una conexión ferroviaria de vuelta a Milán en la estación de Novara.

De otros viajes, conocía ya los cuatro grandes lagos de mayor tamaño, Maggiore, Lugano, Como y Garda. En el fin de semana que pasé con estos amigos, hicimos excursiones a dos más pequeños. Uno de ellos, como ya habéis visto, el lago de Orta. Y el domingo, en un día de calor, y mucha gente huyendo de las ciudades, al lago Iseo. En concreto, nos dedicamos a recorrer el Monte Isola, una de las mayores si no la mayor isla lacustre de Europa, creo.

La luz fue dura, muy contrastada, de verano, pero a pesar de eso, las buenas cualidades del sensor de la K-S1 hicieron que absorbiese sin muchos problemas estos contrastes, y al final tener fotos, si no buenas, al menos pasables como recuerdo de la excursión.

La isla de San Paola desde Monte Isola, en el lago Iseo.
La ribera del lago Iseo en Monte Isola, en la localidad de Carzano.
Estación de Sulzano-Monte Isola, ya de vuelta a Milán, cansados más por el calor que por otra cosa.

Tras estos días en el norte de Italia, en lo que más importante que hacer turismo, que se hizo, era estar con la gente a la que echas de menos por la distancia, cogí un par de trenes, y atravesé por mi cuenta Suiza para llegar a Constanza, a orilla de lago del mismo nombre o Bodensee, en el sur de Alemania. Esta es una ciudad fronteriza, coqueta y tranquila, bonita, famosa por el concilio con el que se dio por terminado el Gran Cisma de Occidente de la Iglesia Católica a principios del siglo XV.

Según este mural, en la ciudad hubo una batalla contra los españoles en 1548; en realidad, fue contra las tropas católicas, austriacas en su mayoría, del emperador Carlos V del Sacro Imperio, y I de España. Pero un monarca alemán, al fin y al cabo.
Los salones del Concilio de Constanza, donde hay un restaurante en el que cené un salvelino que estaba delicioso.

Aparte de pasear un par de ratos por la coqueta ciudad alemana, el primer día completo de estancia en la región utilicé los servicios de transporte público en barco por el Bodensee o lago de Constanza para visitar un par de punto de interés. Por una lado, la pequeña pero bonita localidad de Meersburg en la orilla opuesta del lago. Por otro, la visita imprescindible de la zona, el gran parque botánico de la isla Mainau, un lugar donde disfrutar de todo tipo de plantas y vegetación... y de las mariposas.

Castillo de Meersburg.
Mariposas en la "Schmetterlingshaus" de la isla Mainau.
Jardines de la isla Mainau.

A estas alturas del viaje, mis impresiones sobre llevar como cámara principal la pequeña réflex de Pentax con respecto a los equipos micro cuatro tercios habituales estaba claras.

A favor de la Pentax está el sensor más grande y de buena calidad, con un 25% más de pixeles, más grandes, que los de las Olympus y Panasonic que uso habitualmente en los viajes. Buena representación de los colores, abundancia de información, buena dinámica ante escenas con alto contraste, son ventajas que se notan.

La cámara es algo más grandota que la Olympus OM-D E-M5, pero con un volumen y un peso asumibles para seguir diciendo que viajas ligero. Las ópticas son muy ligeras. A costa de perder luminosidad. Pero como la cámara da al menos un paso más de sensibilidad usable, se compensa. Además el cuerpo es estabilizado. Lo suficiente para aguantar en situaciones difíciles.

Quizá donde más clara esté la diferencia a favor de las micro cuatro tercios es en las ópticas. Los actuales objetivos de Panasonic y Olympus son claramente mejores que esta serie DA Limited de Pentax para cámaras con sensor APS-C. No son malas, ni mucho menos. El 70 mm está realmente muy bien. Pero el mal comportamiento del 21 mm en contraluces y en presencia de luces intensas y un autofoco menos competente y más ruidoso que las micro cuatro tercios, se lleva mal. He echado de menos al Panasonic Leica G-Sumilux 15/1,7 ASPH. También, usar como focal estándar un 40 mm, en APS-C,... es una focal que resulta larga.

Pero en su conjunto estoy satisfecho. He traído fotos, de las cuales algunas harán un reportaje razonablemente presentable.

Me queda decir que el último día antes del de regreso, por la mañana me lo tomé con calma y me embarqué en una travesía de casi cuatro horas de duración hasta Schaffhausen en Suiza, donde se encuentran la famosa Rheinfall, las cataratas del Rin.

Puente de Diessenhofen sobre el Rin.
Rheinfall, las cataratas del Rin en Neuhausen, localidad vecina a Schaffhausen, o Escafusa, que parece el nombre en castellano, poco usado actualmente.

Esa misma tarde, un tren de cercanías me llevó a Winterthur, donde tenía ganas de conocer el Fotostiftung Schweiz, museo de fotografía del que os hablaré dentro de un par de días, así como de las exposiciones que tuve ocasión de disfrutar.

Espero que os haya gustado el resumen fotográfico del viaje.

Uno de los dos edificios del Fotostiftung Schweiz en Winterthur, Suiza.
Unterer Graben, Winterthur.

30 años de Canon EOS - La EOS 650, que lo empezó todo

Nos guste o no, para alegría de los partidarios de la marca o para cabreo de los de otras marcas o sistemas, la marca y sistema dominantes en la fotografía actual es Canon EOS. Descuento la fotografía con los teléfonos móviles, porque en la práctica, y aunque el destino de las fotos sea muy distinto a los de antaño, salvo unos cuantos, las cámaras incorporadas en estos son las cámaras de quienes no son aficionados a la fotografía. Son los que quieren una foto de recuerdo o un "estoy aquí" para sus redes sociales, y la fotografía como tal les importa un rábano. Sí, ya sé que hay quien se los toman en serio, y me parece legítimo, pero la realidad es como es.

En la actualidad, por este mismo fenómeno de la cámara del teléfono móvil, la cámara compacta y sencilla, la "cámara para tontos" que llamaban algunos, ocupa un segmento residual entre los fabricantes de cámara. Que conste que yo nunca he creído que hubiese cámaras para tontos, aunque he conocido algún que otro "tonto con cámara", independientemente del modelo que llevase. Incluso cámaras profesionales de alta gama. Una cámara automática y sencilla puede ser un instrumento capaz si se maneja adecuadamente. Cuanto menos "tonto" seas, mejores fotos tendrás. No importa el instrumento.

Pues a eso. Entre la gente que se toma o que se quiere tomar la fotografía mínimamente en serio, como aficionado o profesional, las cámaras más vendidas son las réflex digitales de Canon. Pero el sistema de cámaras EOS (Electro Optical System) con su montura para objetivos asociada EF (Electro-focus) tiene ya 30 años, y en aquel momento reinaba la película tradicional basada en las emulsiones de haluros de plata con o sin colorantes acoplados. Es decir, en color o en blanco y negro. Y la primera de todas las Canon EOS fue esta.

Se trata de la Canon EOS 650 que fue lanzada al mercado en marzo de 1987. Fue seguida poco tiempo después por la Canon EOS 620, modelo muy similar, con un obturador más competente y rápido, y con algunas funciones añadidas que alegrarían la vida de sus usuarios. Pero la EOS 650 era, y es como veremos, una cámara muy capaz. Si visitamos el Canon Camera Museum, en su apartado dedicado a la EOS 650, se nos informa que salió al mercado con un precio de 118.000 yenes con el EF 35-70/3,5-4,5, o de 88.000 yenes el cuerpo sólo. No sé cuál sería el cambio en aquel momento de la peseta con respecto al yen. Supongamos como aproximación que estuvieran 1:1, aunque probablemente los precios en España en aquel momento eran más caros en el país nipón. Si ajustamos 120.000 pesetas de entonces por la inflación de estos últimos 30 años (hay una calculadora en el INE que permite hacer ese cálculo), estaríamos hablando de una cámara de 300.000 pesetas o unos 1800 euros (voy redondeando constantemente las cifras para facilitar la lectura). No era nada barata; pensad lo que se puede comprar hoy en día por ese precio.

Por cierto, el modelo que tengo en mi poder me ha costado 20 euros más gastos de transporte, y está absolutamente impecable. Sólo le falta el protector de goma del ocular. Pero tan apenas parece usada. Ni una raya. Y se me olvidaba, es un modelo EOS 650 QD, con respaldo fechador. O sea que todavía sería más cara en su momento.

En algunos sitios se puede leer que fue la primera cámara de enfoque automático de Canon. Pero no es cierto. Dos años antes, en abril de 1985, sacó al mercado la Canon T80 con montura FD, pero que admitía tres objetivos especiales, serie AC 50/1,8, 35-75/3,5-4,5 y 75-200/4,5, que enfocaban automáticamente. Pero fue más un ensayo que otra cosa. Su precio estaba al nivel de la EOS 650, e incluso más cara con un objetivo. En cuanto al diseño de la cámara, tampoco era original, pues se basaba fuertemente en el de la Canon T90, cámara de gama profesional que salió al mercado un año antes, en febrero de 1986, y que tenía las formas y la disposición de mandos precursora de las EOS. Aunque estaba más sólidamente construida y tenía mejores prestaciones. Una excelente cámara, pero que quedaría obsoleta pronto por su montura FD. Pero capaz de hacer fotos como ninguna.

Así que en realidad, la gran novedad del sistema fue la montura EF. Mayor diámetro, permitiendo diseñar objetivos más luminosos con facilidad, y carente de sistemas mecánicos para comunicar el cuerpo y el objetivo. Toda la comunicación se realizaba mediante contactos eléctricos. Se dice que Canon estaba previendo ya la era digital. En ese mismo mes de marzo de 1987, salieron al mercado cuatro objetivos EF; el EF 35-70/3,5-4,5 que se proponía como objetivo de kit, un zoom más potente, EF 35-105/3,5-4,5, un telezoom complementario a los anteriores, EF 100-300/5,6 y el que aparece en la fotografía con mi cámara, el EF 50/1,8. Este objetivo, el famoso "nifty fifty", era un diseño nuevo, basado en el esquema tipo Planar de Carl Zeiss, con 6 lentes en 5 grupos, frente a las 6 lentes en 4 grupos de objetivos similares de montura FD. Fabricado en policarbonato de buena calidad, incluía una escala de distancias de enfoque, un modesta escala de profundidades de campo con indicación de corrección de enfoque para película infrarroja y montura metálica. Tres años más tarde fue sustituida por la versión II, de policarbonato de aspectos menos noble, sin las escalas de distancias ni profundidades de campo, con montura de plástico. Esta estuvo a la venta hasta el año 2015, nada menos y fue muy valorada por su calidad óptica combinada con un precio asequible. La fórmula óptica es exactamente igual que la versión de 1987.  Mucho más recomendable si se encuentra. Por ser más sólida y útil.

Veamos algunas cuestiones de la ergonomía de la EOS 650 que servirán para hablar de la evolución del sistema.

Vemos a la mi recientemente adquirida EOS 650 con el EF 50/1,8 sobre la EOS 100 que adquirí nueva en marzo de 1993, calzada con una Sigma 28/1,8. La cámara, que venía con un EF 28-80/3,-5,6 USM que no conservo por que lo cambié por un EF 28-135/3,5-5,6 IS USM estabilizado, me costó 105.000 pesetas. Ajustando por la inflación, hoy serían 190.000 pesetas o, mejor dicho 1140 euros. El precio en esos seis años no varió, pero en realidad era más barata en dinero constante, y las prestaciones eran superiores. Aunque el aspecto del policarbonato fuera "peor". Lo cierto es que mi Canon EOS 100 me ha acompañado en muchas aventuras sin queja sobre su rendimiento y fortaleza. Pero lo que más destacaría es que la disposición de los mandos es algo distinta. En la EOS 100, que había aparecido en agosto de 1991, ya aparece la rueda de modos de exposición en la parte izquierda de la cámara (en la derecha de la foto), y aunque no se ve, en la parte trasera tiene la segunda rueda de selección propia de modelos avanzados. Esta disposición se mantiene hoy en día, aunque las cámaras digitales tienen muchos más botoncitos para un monto de cosas que si tiras en RAW son más o menos superfluas. Y aquí viene una reflexión.

Canon, en 1987, fue una empresa rompedora, que aun a riesgo de cabrear a muchos dejó obsoleto tecnológicamente de la noche a la mañana todo lo que había fabricado hasta entonces, que innovó mucho, y que tuvo un objetivo muy claro, ser líder en fotografía profesional y de consumo. Acabar con el dominio que Nikon venía ejerciendo desde que en los años 60 alumbró las Nikon F. Y lo consiguió. Antes del año 1997 que se habían propuesto como meta. Tras la salida al mercado de la primera EOS-1 y con las prestigiosas ópticas de la serie L, con lentes de fluorita, a principios de los años 90 ya dominaba en las pistas de deporte y en el mundo del reportaje. Y avanzaba a pasos agigantados entre los aficionados con gamas extremadamente coherentes y consistentes. Sin embargo, hoy en día, es la marca conservadora por excelencia. Desde hace prácticamente una década va sacando cámaras que son todas iguales por segmentos, con algunas innovaciones incrementales, manteniendo su posición de dominio del mercado. Un mercado a la baja en muchos segmentos. La marca que hace 30 años era excitante y estaba en la mirada de todos, se ha vuelto aburrida de narices.

Ahora veamos algunas fotos realizadas estos días con la Canon EOS 650.

Si vas a probar una cámara, no puede ser que se lo pongas fácil. Eso no tendría gracia, ni conocerías sus límites. Así que salí una mañana de jueves con nubes y algún claro, y le calcé el EF 200/2,8 que utilicé con o sin el duplicador de focal. Convirtiéndolo a ratos por lo tanto en un 400/5,6. La película usada es un carrete de Kodak Portra 400. Advierto que la digitalización de los negativos realizada en el comercio resulta en imágenes un poco sosas, con poco contraste y saturación. Supongo que porque tienen perfilada la Portra 400, que da este rendimiento. Pero los objetos que fotografié necesitan más viveza, por lo que los he trabajado un poquito en el Adobe Photoshop Lightroom, aun a costa de hacer algo más manifiesto el grano. He de decir que los negativos están menos densos de lo que esperaba. ¿Subexpone la cámara? Habrá que probar más.

Otra cuestión es el sistema de enfoque. Tenemos que tener en cuenta que es la primera Canon EOS en 1987, cuando sólo Minolta se había adelantado a Canon en ofrecer un sistema consistente de cámaras y objetivos de enfoque automático, aunque varias marcas habían hecho sus pinitos, como lo había hecho Canon con la T80. La sensibilidad del sistema de enfoque automático es menor que lo que estamos acostumbrados, y cuando hay poca luz, el sistema duda. Como la cámara es compatible con todos los objetivos EF desde 1987 hasta hoy, no con los EF-S, los objetivos con motores tipos USM o STM enfocan más rápido que cuando pongo el EF 50/1,8 con un motor de enfoque más primitivo. Pero cuando enfoca, que suele ser las más de las veces, el enfoque es preciso. Hay que decir otra cosa. El visor óptico es un lujo. Aunque no abarca el 100 % de la imagen, es muy luminoso. En mi opinión, más que el de la Canon EOS 5D Mark II que tengo también. De hecho, con el EF 50/1,4 USM o con el EF 85/1,8 es más fácil enfocar manualmente que con la mucho más moderna cámara digital.

La ergonomía es buena. Mejor de lo que yo pensaba al ver que la disposición de mandos no es la que yo estoy acostumbrado, aunque hecho mucho de menos la rueda trasera, que he disfrutado desde 1983 con la Canon EOS 100, y con cualquier otra EOS para aficionados avanzados o profesionales. Pero bueno, te haces en seguida, y es productiva. Otra cosa que hecho en falta es que en el visor te ofrece la información de velocidad de obturación y diafragma, y un símbolo que indica que has introducido una compensación de la exposición. Pero no la cantidad de la misma. Que tienes que consultar en la pantalla LCD externa.

La gama de velocidades del obturador es un poco corta para los tiempos que corren. Con una velocidad máxima de 1/2000 s y una velocidad de sincronización de flash de 1/125 s, estaba bien para la época, pero se queda corta hoy en día para una cámara del segmento en que se situaba. También es cierto que en aquellos momentos era mucho más raro subir de 400 ISO de sensibilidad, y que las velocidades rápidas de obturación no se usaban con tanta frecuencia. Tampoco estaba de moda el fotografiar constantemente a plena apertura, lo que hacía también innecesario esas velocidades más rápidas. La Canon EOS 100 llegaba ya a 1/4000 s, aunque la sincronización de flash se mantenía en 1/125 s. Velocidades de sincronización más altas Canon las ha reservado tradicionalmente para las cámaras profesionales o semiprofesionales.

También he probado la cámara con un carrete en blanco y negro de Kodak Tri-X 400. Por ejemplo, en una sesión que organizamos en la Asociación de Fotógrafos de Zaragoza (AFZ) sobre fotografía analógica. Me despisté y no comprobé la velocidad de obturación que estaba usando con el EF 40/2,8 STM, un objetivo ligero y manejable que es un disfrute de usar con esta cámara. Por lo tanto, puede quedar una ligera trepidación residual en alguna de las fotos.

También mis orquídeas domésticas han sido objeto de atención por parte de la EOS 650, con distintas configuraciones de teleobjetivos más tubos de extensión para mejorar la distancia mínima de enfoque. La cámara ha funcionado sin problema alguno al incluirle estos accesorio. La montura EF es similar a la de cualquier otra cámara EOS posterior y funciona exactamente igual.

Y una de las virtudes más notables de la cámara me la encontré al día siguiente, en el que quedé con unos colegas y amigos aficionados a la fotografía para hablar de teleobjetivos Canon EF y trastear con ellos. Así, en algunos retratos, posados o robados, comprobé que incluso bajando la velocidad de obturación por debajo de lo recomendable, pude tomar alguna fotografía razonablemente nítida. El accionamiento del espejo en el momento de la obturación es claramente más suave que en modelos posteriores, está más amortiguado e introduce menos vibraciones, por lo que he podido observar. Eso está muy bien.

Las conclusiones que podemos sacar es que es una cámara perfectamente usable y eficaz para hacer fotografías con película tradicional. Sin ningún problema. Cualquier persona que disponga ya un sistema Canon EOS digital, especialmente con objetivos EF, no EF-S, incompatibles con esta cámara, puede decidir probar la fotografía argéntica comprando de segunda mano una de estas cámara por precios baratísimos. Quizá no sea fácil encontrarlas por 20 euros como yo, pero por poco más. Y si en lugar de la EOS 650, que es la que preferí yo por razón de su significado histórico, se hacen con una EOS 620, dispondrá de prestaciones todavía mejores. Un obturador algo más rápido, múltiples exposiciones, exposición en programa P desplazable, pantalla LCD iluminada,...

En fin... La usaré de vez en cuando. Creo que especialmente con el EF 85/1,8... Va muy bien con este objetivo. También con el "pancak" de 40 mm. Ya os contaré. Me faltan cosas por probar. Ponerle un flash... o utilizar el respaldo fechador... por ejemplo.

Antes de despedirme, os dejo con un vídeo que repasa visualmente la historia de las Canon EOS, que no empieza por la cámara adecuada, y una foto más, con fuerte sabor "canonista".

Vivitar Ultra Wide & Slim - El final del invierno en color

El pasado domingo cometí un error tontorrón, pero error. Comentaba que las fotografías que acompañaban la entrada de recomendaciones semanales habían sido realizadas con la Olympus μ(mju:)-1, y manifestaba que no me gustaba mucho como habían quedado. Mucho viñeteo, esquinas con muy poca definición, poco contraste, sensación de que estuviera siempre usando la apertura más abierta... Pues sí. Acerté en todo. Menos en una cosa. El modelo de la cámara con la que expuse ese carrete de Kodak Portra 400. En qué estaría yo pensando.

La cámara que he estado paseando en un bolsillo del chaquetón durante las últimas del verano no fue la Olympus sino la Vivitar Ultra Wide & Slim, de la que ya os hablé en su momento. Os recuerdo someramente sus características; es una cámara de plástico, con un objetivo también de plástico, un gran angular de 22 mm de focal, muy sencillo, con una única apertura de diafragma, f/11, y una única velocidad de obturación, tal vez 1/125 s. Aunque a veces tengo la sensación de que es más lenta.

Hasta ahora sólo la había usado con película en blanco y negra. En general, sus resultados pasan por un contraste escaso, muy baja definición en las esquinas y viñeteado apreciable. A pleno sol se puede usar con película de 100 ISO, con nublado y en la sombra es mejor irse a los 400 ISO. Que en el caso de la película en color también aguantan bien la abundancia de luz, puesto que suelen tolerar bien la sobrexposición.

La película Kodak Portra 400 tiene una saturación moderada, aunque la teoría dice que sobrexpuesta la saturación aumenta. En cualquier caso, a la vista de los resultados con este carrete, dado el bajo contraste del objetivo y la baja de definición, es posible que convenga utilizarla con alguna película más contrastada, aunque eso suponga perder algo de latitud de exposición, a cambio de obtener unas imágenes más vivas. Muy posiblemente no merezca la pena gastar mucho dinero, y cualquier película de gama media o baja de Kodak, Fuji, Agfa o quien sea, sea quien sea quien la fabrique, irá bien.

La fidelidad de los colores tampoco es el fuerte de la óptica de esta cámara, pero da un poco igual, mientras queden fotografías resultonas. Al fin y al cabo, la gracia principal de la cámara es conseguir composiciones o imágenes más o menos dinámicas gracias al amplio punto de vista que ofrece su objetivo gran angular, muy superior al de otras cámaras de juguete similares.

En fin, la iré utilizando de vez en cuando. Dentro una semanas me voy unos días fuera. A Dinamarca. Estaba contemplando llevarme, además de mi equipo digital de viaje, alguna compacta de película tradicional. Probablemente con blanco y negro. No sé si llevarme esta Vivitar, u optar por la Olympus Pen EE3, que me da el doble de exposiciones por carrete. Claro que dado que ambas cámaras ocupan tan poco espacio, igual me llevo las dos. Una con color y otra con blanco y negro.

Nueva película Bergger Pancro 400 (2) - Mi colección de cámaras para película tradicional (en funcionamiento)

Hace unos días os hablaba de mi primer rollo de la nueva película del fabricante francés Bergger, la Pancro 400. Una película de la que me sentía muy satisfecho, y que de hecho estoy pensando en que sea mi película de elección para trabajos de interés. Para un uso más casual, tengo pensado tirar de Fomapan. Pero de eso hablaré otro día. Más adelante.

Esta nueva película, como su nombre indica, es pancromática. Es decir, es teóricamente sensible a todo el espectro de luz visible, como la mayor parte de las películas modernas. Pero eso es algo cierto en parte. Voy a ponerme un poco técnico y voy a poner aquí la curva de sensibilidad espectral de la película, que no es muy distinta a la de otras películas pancromáticas. Está obtenida directamente de la versión en francés de la ficha técnica de la película ofrecida por el fabricante a fecha de enero de 2017.

Como vemos, la película es sensible entre las longitudes de onda de 400 nanometros y aproximadamente los 660 nanometros aproximadamente donde comienza un brusco descenso de sensibilidad para que esta sea nula a partir de los 680 nanometros. El espectro visible, aunque hay variaciones entre individuos va entre el violeta, que comienza e los 380 nanometros y los 780 nanometros del rojo más profundo. Ciertamente los valores más extremos están sujetos como digo a cierta variabilidad personal, y hay muchas personas que no llegan a ser sensibles a los rojos más profundos, por lo que en la práctica no es infrecuente ver mucho textos donde redondean y nos dicen que el espectro visible esta entre 400 y 700 nm.

El caso es que incluso en las películas pancromáticas como esta Pancro 400, siempre hay una menor sensibilidad, aunque sea ligera, a los tonos cálidos que a los tonos fríos. Normalmente, en escenas tomadas con luz de día, no tiene mayor importancia. Pero cuando fotografías en interiores con luz artificial, especialmente luz de tungsteno o aquellas que la imitan, hay predominio de tonos cálidos y las películas se pueden quedar cortas de sensibilidad. Algún fabricante, no muchos, lo avisan, y te dicen que la sensibilidad de la película para esas situaciones es menor. Por ejemplo, 320 ISO en lugar de 400 ISO. No es el caso de la Pancro 400. Pero yo decidí probarla con luz artificial.

Para ello, cargué la Hasselblad 503CX con un carrete de Pancro 400, la iluminé con mis lámpara habituales del salón, halógenas o de LED con tonos cálidos, e hice un pase de modelos de mi colección de cámaras para película tradicional, aunque solamente aquellas que están en funcionamiento, aunque sea con alguna limitación.

Estas son las dos primeras que fotografié, la Canon EOS 100 (1992) y la Leica CL (1973) (Entre paréntesis el año de fabricación aproximado para el modelo del que dispongo). Van juntas porque entre 1993 y 2004 fueron las responsables de ir de viaje conmigo. La primera hasta el año 2001, la segunda con posterioridad. El buen resultado de la Leica CL y su mayor ligereza me condicionaron para ser de los primeros en adoptar las cámaras micro cuatro tercios, comparables en tamaño, como cámaras viajeras por excelencia.

Desde el punto de vista del rendimiento de la película, creo que ciertamente su sensibilidad real cuando la fuente de iluminación es luz artificial cálida es algo inferior. Los negros del cuerpo de la Leica CL tendrían que tener algo más de materia. No obstante, la película, como ya comenté, se comporta muy bien y se traga los pasos de contraste sin ningún problema.

Sigo con el pase de modelos. Ahora ya sin interrupciones sobre las características de la película.

Además de la Leica CL ya vista, dos telemétricas de la marca alemana más, la Leica M2 (1961) con montura de bayoneta para los objetivos y la Leica IIIf (1951) con montura de rosca.

Otras dos telemétricas, pero de formato medio, y por lo tanto bastante más grandes. La Fuji GS645S Wide (1983) es una telemétrica para rollos de película de 120 y 220 sobre los que se obtienen 15 o 30 negativos de 6 x 4,5. Mientras que la Plaubel Makina 67 (1985) con su objetivo Nikkor 80/2,8 fabricado por Nikon, retráctil, tiene un cuerpo metálico, es más consistente, y admite sobre los mismos formatos de película 10 o 20 negativos de 6 x 7. Ambas hacen fotos sin problema, con elevada calidad, pero la Makina 67 necesita pasar por taller por filtraciones de luz en el fuelle del objetivo retráctil.

Dos cámaras réflex, una Pentax MX (1977) y una Praktica MTL 5 (1985). La primera con su popular montura K de bayoneta, la segunda con una montura de rosca M42 que Pentax había abandonado ya diez años antes de que saliera al mercado este modelo de Praktica. Mi primera cámara réflex, de 1989, fue una Pentax P30N que no conservo. La vendí para comprar la Pentax MX que usa todos aquellos objetivos de focal fija de Pentax que fui comprando de segunda mano poco a poco y que van muy bien. Por ello, le tengo un cariño especial. Además va estupendamente, es una de las cámaras más agradables de usar, siendo además muy compacta de tamaño.

Vámonos hacia atrás en el tiempo con estas dos Agfas. La primera, la Agfa Jgestar 8,8 (1928, posteriormente conocida como Agfa Billy, bajo cuyo nombre se declinaron muchas cámaras similares de iniciación) es una cámara de objetivo retráctil con fuelle, sencilla, con un objetivo de tres elementos que no ofrece mucho contraste y moderada nitidez, pero que con sus negativos de 6 x 9 sobre película de formato 120 da información de sobras para disfrutar de la fotografía. También tiene alguna filtración de luz, y hay que protegerla de la luz directa en el momento de hacer la foto. La Agfa Synchro Box (1953) representa a las populares cámaras de cajón cuyo concepto básico no varió desde la primera Brownie de Kodak de 1900. Admite también película de 120 produciendo negativos de 6 x 9, pero su objetivo muy sencillo, un simple menisco, acarrea todo tipo de aberraciones ópticas. Para ampliar con muuuuuuucha moderación. Pero divertidas de usar, ambas.

Dos nuevas cámaras de objetivo retráctil para película de formato 120, produciendo ambas negativos cuadrados de 6 x 6. Conceptualmente muy similares, aunque la primera, la Zeiss Ikon Ikonta modelo 521/16 (1948) es algo más latosa de usar que la Adox Golf 63 (1955). Curiosamente, la primera no sufre de las filtraciones de luz en el fuelle de las que sufre la segunda, que hay que proteger de la luz directa al usarla para evitar luces parásitas en exceso.

Un recuerdo especial para las cámaras que originalmente no fueron mía sino de mi familia. desde la Viking (1964) que usaba mayormente mi padre durante mi infancia, pasando por la Kodak Pocket A-1 (1977), que yo usaba cuando me iba de campamento cuando era un adolescente y que usa cartuchos de película de formato 110 con sus minúsculos negativo, hasta la Olympus μ(mju:)-1 (1993) que compré para mi familia con el fin de que tuvieran una cámara de cierta calidad pero sencilla de usar, una vez que yo ya me había aficionado a la fotografía.

Unos años más tarde, me compré para mí mismo esta Olympus μ(mju:)-2 (1997), descendiente de la anterior, más compacta, con un objetivo más luminoso y protegida contra las inclemencias del tiempo. La pongo en comparación con la Olympus Pen EE3 (1973), una de las populares compactas de medio formato, la mitad del tradicional formato popularizado por Leica, que hacían que los carretes de 36 exposiciones ofrecieran cerca de 80 si las cargabas con cuidado para aprovechar al máximo la longitud de la película.

Mezcla de estilos en esta ocasión. En el centro, una noble Yashica Mat 124G (1970), reflex binocular con un objetivo tipo Tessar que hace unas fotografías excelentes, pero que tengo con una funcionalidad algo "estorbada" porque como consecuencia de una caída, la lente de enfoque no se sujeta correctamente. Por lo demás va muy bien. A reparar en cuanto tenga ocasión. Y con las otras dos entramos en el terreno de lo lúdico. De las cámaras-juguete. Pero que hace fotos. Por dos euros en un mercadillo conseguí la Cámara Safari de Indiana Jones (1987), que es una variante de la Werlisa Club Color B, una cámara que se fabricó en España como churros desde los años 70. Es muy elemental en su uso, pero hace fotos. Conceptualmente similar es la Vivitar Ultra Wide & Slim (2001), pero con la peculiaridad de que tiene un objetivo gran angular de 21 mm. También se puede conseguir por pocos euros. Su ergonomía puede producir algún dolor de cabea que otro, pero las fotos que se hacen con ella pueden ser muy simpáticas. Pasad de las Lomography, y buscad este tipo de cámaras si queréis diversión.

Diversión que también se puede conseguir con las chinas Holga, de las que yo tengo dos. Una Holga 120W PC y una Holga 120N. Ambas son fabricadas en 2015. El PC de la primera viene de Pinhole Camera, y es efectivamente una estenopeica. Ambas son para formato medio, rollo de formato 120. La estenopeica puede hacer fotografías de 6 x 9 y 6 x 12, la 120N de 6 x 6 y 6 x 4,5. La calidad en la estenopeica es la esperable en este tipo de cámaras. La de la 120N es simpáticamente lamentable.

Y dos estenopeicas más... La Camara Pinhole Automontable (2015) comprada en la librería del CaixaForum de Zaragoza. Tengo pendiente sustituir la lámina del estenopo por otra más fina. El estenopo me salió con un diámetro excesivo y la nitidez que ofrece es demasiado baja. Aunque no deja de ser curiosa de usar. Se vendía en piezas, y te la montas tú mismo. Admite carretes de 35 mm normales y corrientes, pero el avance es muy aproximativo. La otras es una Ondu 6x12 Multiformat (2016), que con un sistema de tabiques móviles permite usar sobre película en rollo tipo 120 los formatos de 6 x 6, 6 x 9 y 6 x 12. Está hecha artesanalmente de madera, las piezas se mantienen en su sitio con imanes de vanadio, y es muy bonita.

Llevo 11 fotografías con 24 cámaras presentadas hasta el momento. Normalmente la idea es que todas menos una cámara cupiesen en los 12 fotogramas que permite la Hasselblad en un respaldo tipo A12. Pero un error en el primer fotograma hizo que hasta aquí llegáramos. La siguiente fotografía está realizada con la Leica M-E, digital, calzada con el Elmar-C 90/4 para suplir esa carencia.

A pesar de que parecía que esta tecnología iba a desaparecer, la fotografía instantánea esta viviendo un simpático resurgir. Hay quien tira de los nuevos productos desarrollados por Fujifilm. Pero otros preferimos rescatar las viejas Polaroid y usar la (carísima) película instantánea de Impossible Project. Yo dispongo de una Polaroid Image System SE y una Polaroid Supercolor 635. Esta última es un modelo muy sencillito, que ofrece las típicas fotos cuadradas de Polaroid. La primera ofrece mucha mayor calidad y posibilidades, pero hay que usar el formato especial tipo Spectra, algo más alargado.

Y queda una cámara... la que ha hecho la mayor parte de estas fotos...

Y aquí tenemos la reina de las cámaras, una Hasselblad de la serie V, en concreto una Hasselblad 503CX (1989), con su clásico Carl Zeiss Planar 80/2,8, fotografiada con la Polaroid Image System SE. En realidad este modelo no salió tal y como se ve de fábrica, ni se vendió tal cual, ya que está montado a partir de distintas piezas. Las Hasselblad para película eran fundamentalemente un concepto modular. La 503CX el cubo central, pero el respaldo vino por otro lado, el objetivo por otro, y el visor que se ve... no es Hasselblad. Es Kiev, soviético. Pero funciona correctamente.

Y este es mi repaso a mi colección de cámaras para película tradicional en funcionamiento, aprovechando mis pruebas con la Bergger Pancro 400.

Agfa Synchro Box - ¿Por qué usar hoy en día un cámara de cajón?

En 1888, George Eastman registró la marca Kodak y diseñó y lanzó al mercado una sencilla cámara, como un cajón, con un rollo de película incorporado en el que se podían hacer 100 fotografías circulares, con un sencillo menisco como objetivo, con el lema "usted apriete el botón, nosotros hacemos el resto". Se trataba de extender el uso de la fotografía, reservado hasta ese momento a equipos aparatosos y profesionales o aficionados con posibles, a todo el mundo. O por lo menos a una parte más amplia de la sociedad.

En 1900, Eastman Kodak lanza al mercado la primera de muchas cámaras que llevarán el nombre de Kodak Brownie. La ventaja con respecto a las anteriores era su bajo costo, y la posibilidad de cambiar el rollo de película sin necesidad de entregar todo el aparato para su recambio en fábrica o en un taller especializados. El propio aficionado podía cambiar el rollo con facilidad. Distintos formatos de película fueron usados a lo largo del tiempo:117, 127, 120, 620... incluso el diminuto 110 tuvo su Brownie.

En 1902, por ejemplo, se lanzó al mercado la Kodak Brownie Nº 2, que estuvo en el mercado hasta 1935, y que en lugar de las fotografías cuadradas de su antecesora proporcionaba las más grandes alargadas del formato popularmente conocido como 6 x 9. Durante muchos años, en una campaña con un componente indudablemente sexista, se popularizó el concepto de las Kodak Girls, puesto que estas cámaras eran tan sencillas que hasta una mujer joven, una chica, las podía usar. Y fue una campaña con éxito. Os dejo a continuación un ejemplo de cómo una de estas "chicas Kodak" que viajaba a borde del Carpatia fotografió las consecuencias del hundimiento del Titanic con una Brownie Nº 2 pocas horas después de la catástrofe.

No tenía hasta el momento ninguna cámara de estas en mi pequeña colección de cámaras para película tradicional. Me refiero al concepto, la cámara sencilla de cajón, y la forma. No a una marca en particular. Es fácil encontrar Brownies de los años 50 y 60 en los mercadillos y rastros, pero con el inconveniente de que Kodak optó en su momento por el formato 620 de película, muy similar al 120, pero que sólo ellos comercializaron. Así que hoy en día no funcionan si no es con adaptaciones molestas de los ejes de avance de la película.

El caso es que hace unas semanas me encontré con una oferta interesante. Una Agfa Synchro Box de los años 50, en estado impecable, con bolsa e instrucciones originales por poco más de 20 euros. Os la presento.

Con una bonita decoración art decó, tenemos una caja de metal, con un objetivo que es un simple menisco que equivale aproximadamente a una focal de 105 mm. La cámara carga película de formato 120, para 8 negativos de aproximadamente 56 x 88 mm. Grandes y poderosos. Hay dos visores, una para el formato vertical y otro horizontal, que dan un aspecto de "ojos" al frontal de la cámara, que producen una imagen invertida y que convierte el acto de encuadrar la fotografía en un arte relativamente impreciso.

Tiene un sistema deslizante de tres aperturas. Un amplia que puede estar entre f/8 y f/11, otra reducida que sería entre f/11 y f/16, creo que el manual dice que es f/16, y otra similar a la primera pero con un filtro amarillo, útil como veremos para aumentar el contraste en fotografías en blanco y negro.

Dispone de un obturador con una única velocidad de obturación, que hay quien sitúa en 1/50 segundos, pero dada la facilidad con la que se producen las fotografías trepidadas si no tienes cuidados, es muy probable que esté más bien en los 1/30 segundos. Por lo tanto, el disparo es una operación delicada. Tiene también posición B, para exposiciones prolongadas, rosca para cable disparador, que yo recomiendo usar porque hace que haya menos probabilidad de trepidación, y un par de roscas para montar el trípode.

El objetivo, que como he dicho es un menisco, muy sencillo, tiene todo tipo de aberraciones, y por lo tanto la nitidez es baja. Probablemente sufre dosis apreciables de aberración cromática, esférica y astigmatismo. La calidad en las esquinas es terriblemente mala. Y las esquinas empiezan mucho más cerca del centro de lo que estamos acostumbrados con el material moderno.

El foco es fijo, se supone que está pensado para un enfoque en la hiperfocal, con nitidez entre 3 metros e infinito, siempre que contemos con ampliaciones pequñas de las fotografías. Con casi 6 x 9 cm de negativo, muchas de estas fotos se positivaban por contacto, y por lo tanto la nitidez resultaba aceptable para una foto que se podía llevar en la cartera.

El contraste es limitado, y la resistencia al contraluz floja, pero superior a lo que yo pensaba.

El primer carrete con el que la he usado fue un Ilford XP2 Super de 400 ISO que tenía suelto por casa, y que para no perder tiempo revelé con un procesado típico de blanco y negro en Kodak HC-110 a pesar de estar pensado para el procesado C-41 similar a la película cromógena de negativos en color. En un día de sol radiante, el resultado fueron negativos extraordinariamente densos, pero que se escanearon sin problemas en el Epson Perfection Photo V600. Aguantan lo que les eches estas películas, especialmente si te "equivocas" del lado de la sobrexposición.

Otra cuestión a tener en cuenta es que hay que acordarse de pasar la película, porque si no el riesgo de dobles exposiciones es muy alto. Me ha pasado en dos ocasiones. Si luego, por azar, los resultados quedan simpáticos o no, es otro cantar.

Como el socarrón de los negativos con 400 ISO fue excesivo, hice otra prueba con película Ilford FP4+ de sensibilidad nominal 125 ISO. Hay que tener en cuenta que en la época en que se fabricó esta cámara, los años 50 del siglo XX, la sensibilidad habitual de las películas estaba en torno a los 50 ISO. Por lo tanto, con un diafragma f/16 y obturación de 1/30-1/50 segundos, es lo adecuado para exponer a pleno sol. Con la posición en filtro amarillo, la pérdida de luz por el filtro se compensaba con el mayor diámetro de la apertura. Y con la máxima apertura sin filtro amarillo era una posición idónea para fotografiar con nubes. En interiores, se podía usar flash, tiene un contacto para sincronizar, es la especificidad de este modelo, el más avanzado en cámaras de cajón, o la posición B del obturador.

En la prueba con la FP4+ realicé la misma foto, en un día de sol radiante, en dos posiciones. Con la apertura cerrada al máximo, o con la apertura con filtro amarillo. Según las instrucciones de la cámara, se debería esperar una mayor nitidez de las fotografías con la apertura cerrada al máximo. Por el aumento de la profundidad de campo. Pero lo cierto es que no he notado mucha diferencia, salvo quizá en algún objeto situado en primer plano, y el mayor contraste que produce el filtro amarillo hace que haya preferido sistemática esta versión de las fotos, que son las que os pongo aquí de preferencia. Sólo la del muñeco de las letras corresponde a la versión de apertura mínima.

La nitidez es muy baja. Las fotografías son aprovechables sólo con ampliaciones muy limitadas de las fotografías. Ni pensar que por el hecho de tener un negativo de 6 x 9 vamos a poder ampliar a lo grandes. Se pondrían muy de manifiesto todas las aberraciones del sencillo menisco que tiene como objetivo. Además, encuadrar correctamente es difícil, por lo que para que las fotos aparezcan correctamente equilibradas hay que recortar y enderezar una vez digitalizadas.

¿Qué sentido tiene por lo tanto usar una de estas cámaras? Pues el de despojarse de todo lo superfluo para fotografiar con lo esencial, como un ejercicio de creatividad en el que tienes que pensar cómo conseguir una imagen que pueda tener su interés dadas las limitaciones inherentes de la cámara. Estamos demasiado acostumbrados a cámaras que hacen tan sencillo hacer la foto que eso hace que el número de fotografías absolutamente banales que realizamos es enorme. Con una cámara así, con sólo ocho disparos por carrete y teniendo que trabajar en contra de los limitaciones del aparato, estamos obligados a pensar. Y a crear. Ted Forbes lo explica mucho mejor que yo en el vídeo que os dejo para terminar. Eso sí. Sólo lo tengo en inglés. Y que traducido se titula "El reto de las cámaras baratas".